Noche de enero

Camino hacia el paradero con el paso cansino del resignado a su destino, sumido en la triste noche citadina. Al desgano miro al cielo y veo una o dos estrellas solitarias, intentando brillar a pesar del polvo en suspensión y el resplandor desabrido pero tenaz de las luminarias, mientras escucho el rumor de los motores y la sirena que anuncia un drama lejano.
Recuerdo entonces otra noche de enero, una en la que el cielo era un mar de estrellas empeñadas en brillar una más que la otra, con una Vía Láctea tan sólida que se podía caminar sobre ella, de la mano de luminosas fantasías, mientras se escuchaba la música de fondo a cargo de empeñosas ranas y bulliciosos grillos.
Ahora camino en una noche que no es noche, sino una basta ausencia de día, y veo un cielo que no es cielo, sino la cubierta opaca que nos cubre, tratando de impedir que nuestros sueños alcancen las estrellas.
Llega el bus, subo y saludo con un ...noches rutinario y desabrido, las buenas... casi no se escuchan, porque se quedaron atrás, en ese enero ahora lejano, pero luminoso y feliz.