24 de diciembre de 2012

Y Santa (o ELViejito) pasó a la historia



 Sí, pasó a la historia, al menos en Antofagasta.

En las cada vez más numerosas casas cuyos dueños deciden engalanar con luces navideñas, cual si de enormes árboles se tratara, la figura del nórdico personaje y sus rojos y acalorados trajes, ha cedido paso a un nuevo protagonista

Un protagonista que, sin embargo, está tan fuera de lugar como el gordito de rojo en nuestras tierras: el reno.

Así es, el reno, que con este nombre y un aspecto cada vez menos similar a un reno y con más apariencia de ciervo, le ha quitado al famoso Santa (lésase viejito pascuero) no sólo los jardines, los balcones y aún los techos de las casas, sino también más de algún escaparate de las grandes y pequeñas tiendas.

El reno, protagonista principal de esta navidad...



14 de diciembre de 2012

Feliz Cumpleaños hermano


Que continúes siendo bendecido con buena salud, trabajo y felicidad.
Que tengas un bonito día y que disfrutes que aun te falta para llegar a los incómodos sixties.

Abrazos de tus hermanos, sobrinos y demás familiares....


1 de noviembre de 2012

Gitanilla


Conducía aquella tarde ajeno a todo, con la paz que solo puede sentir un hombre al enfrentar una solitaria avenida, detrás de un volante.

Al llegar a un cruce, dos autos habia ya esperando la luz verde.
En el más cercano, una joven mujer miraba fijamente hacia el frente, como si nada fuera más importante que el vehículo que la antecedía.
La verdad es que lo que hacia era pretender que no veía a la pequeña niña que estaba de pie junto a su ventanilla, intentando llamar su atención.

Era una gitanilla.

Una gitanilla que -con persistencia impropia de su edad-, permanecía junto a ella, mirándola con tanta firmeza como la que la joven usaba para mirar hacia adelante.

Unos segundos después de mi llegada, sin embargo, dejó la causa por perdida, tal vez pensando que podría tener más suerte conmigo, y se acercó a mi.

Soy un hombre que ha visto, y vivido, mucho.
De modo que no me impresionó la enorme parka que la cubría, al menos tres tallas mas grande, ni la larga y raida falda que bajo ella asomaba y se extendía hasta sus pies.

No me impresionaron los piececillos desnudos, anchos por la permanente falta de zapatos, que la acercaban a mí por sobre el caliente pavimento.

Tampoco lo hizo la suciedad de su mal trenzado cabello, ni la mugre que se disputaba su cara con las marcas dejadas por alguna enfermedad.

Nada de eso pudo impresionarme.

Pero si lo hicieron sus ojos.

Sus ojos, de un pálido verde, que reflejaban mucho más que la mirada de una niña. Era una mirada profunda, triste, vieja.

Me perturbaron, esos ojos.

Me hicieron sentir mal.

Y aunque sabía que si estaba allí pidiendo era sólo porque alguien la mandaba a hacerlo, decidí darle unas monedas.

 Al buscarlas en mi bolsillo, encontré además de ellas otra cosa: unas cuantas pastillas azucaradas. (Sí, pastillas, de ésas que mi madre insiste en darme cada vez que voy a su pieza, como si aún fuese un niño).

Bajé la ventanilla, y su manito-aún más sucia que su cara- se extendió hacia mí.

Puse en ella las monedas, y también las pastillas.

Cerró la gitanilla su mano, rápidamente, pero en su frente se hizo una ligera arruga de extrañeza, al notar que había algo más que monedas en ella.

Miró entonces lo que había recibido, y como por arte de magia, sus ojos cambiaron, su rostro se iluminó, una sonrisa asomó a sus labios y volvió a ser una niña otra vez.
Un gracias con extraño acento pero lleno de alegría brotó de su boca.

Su cara alegre fue lo último que ví de ella, porque un bocinazo detrás mío me obligó a partir. La luz verde frente a mí me obligaba a irme.

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[La niña de la foto es una gitanita de Macedonia. Es la más parecida que encontré, aunque la mirada de ésta todavía es de una niña]

14 de octubre de 2012

Misterio insondable



"Hay cosas que yo no comprendo..."
decía una canción que -de jóvenes- cantábamos en la Iglesia.
Y esas palabras siguen hoy vigentes, como entonces.

Hay cosas que yo no comprendo,
existen en este mundo misterios insondables
que escapan a mi pobre y cada vez más escaso entendimiento.

Intento imaginar el cómo
y el por qué
de estos extraños sucesos,
pero no lo consigo.
No logro entenderlos.

No consigo entender, por ejemplo,
el porqué la comida para perros pequeños
es un 15% más cara
que la de los perros de raza grande,
si al leer lo que dice el envase
se puede ver que contienen lo mismo.

Misterios insondables que escapan al saber humano...


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6 de octubre de 2012

Noche y miedo


No había luna esa noche, así es que estaba oscuro. De todos modos, la escasa luz que proporcionaba el cielo estrellado nos daba la claridad suficiente para lo que pretendíamos hacer, una audaz travesura, robar fruta en el predio grande.
Bajamos por la quebrada cuidando donde poníamos los pies, no era cosa de resbalar y terminar en el fondo, al final llegamos al bajo sin nada más que algún rasguño.
Teníamos pensado como entrar al predio, el muro de piedra estaba coronado por ramas de espino, cuyas finas agujas causaban heridas dolorosas y difíciles de sanar, así es que habíamos decidido entrar por el canal.
El canal pasaba por debajo del muro y cuando venía lleno, como en esa noche, no dejaba espacio libre entre el nivel del agua y el muro, por lo que había que pasarlo sumergidos. Sabíamos que sería complicado porque debíamos entrar contra la corriente, pero eso era una ventaja puesto que al regreso no nos costaría pasar con los sacos con fruta.
Llegamos al canal y comenzamos el trabajo de pasar, al primero lo ayudamos empujando entre dos, el segundo, uno empujando y el otro tirando, finalmente pasé con la ayuda de los otros que tiraron de mi hasta que logré pasar por el estrecho túnel contra el agua que presionaba fuertemente.
Nos sentimos felices, ya estábamos adentro. Ahora solo nos faltaba cruzar por entre los altos nogales hasta llegar al campo en el que los árboles, cargados de fruta, esperaban ser cosechados. Moviéndonos rápida y silenciosamente llenamos los sacos hasta el peso que éramos capaces de cargar.
La idea había sido buena, ahora solo nos faltaba deshacer el camino y regresar. Estábamos ya entre los nogales cuando vimos la luz de una linterna, había un guardián y no lo sabíamos. El grito de ¿quién anda ahí? nos sobresaltó, soltamos los sacos y nos tiramos al suelo. Juancho se había quedado algo atrás, al lado de un gran nogal, al que trepó como un gato. Con el Pedro estábamos a la orilla del canal y nos deslizamos por el barro hasta sumergirnos en el agua, apegados a la orilla quedábamos tapados por la yerba buena.
El guardián no quería hacernos daño, seguramente se dio cuenta de que solo éramos unos niños, así es que sacó su arma y disparó al aire para asustarnos. Con el disparo escuchamos un grito y luego el golpe de un cuerpo al dar con el suelo. Salimos del agua, el mundo se vino abajo, ya nada importaba porque ya nada había, ni fruta ni noche ni agua, solo estábamos nosotros, dos niños llorando bajo un nogal.

Jenofonte

19 de septiembre de 2012

Y cómo me envidian...


Mis compañeros me envidian.
Al menos, todos los que están casados. Eso, seguro.

Esta semana de fiestas patrias han resultado para muchos unas verdaderas vacaciones.
Para mí no son tan tan largas, porque tengo que subir a trabajar el jueves (aunque sólo el jueves).

Pero lo que hace que sea la envidia de mis compañeros casados, y despierte sus más oscuras y viciosas fantasías, es que mi negrita se ha ido a ver a su hermana a Iquique, para ayudarla con su cambio de casa, dejándome solito toda la semana.

Comenté eso en el trabajo, y a varios les brillaron los ojos, y no faltaron los comentarios tales como: "pero cómo la va a pasar éste, solo en la casa y con el aguinaldo de fiestas patrias en el bolsillo", "la media fiesta" o "éste "lo va a pasar chancho" y también "yo -con esa suerte- lo pasaría cada noche con una mina distinta..."

Yo los dejé hablar todo lo que quisieran, y sólo sonreía ante tales afirmaciones.
A lo más, dije que un caballero no habla sobre las cosas que hace...

Y la verdad, aunque no pienso decírsela a ellos, es que sí me he pasado las noches en la cama con otras mujeres, todas las noches, y no siempre con la misma, por cierto, que las hay muchas distintas, y cada una tiene sus gracias y habilidades especiales, y no es cosa de desperdiciar la oportunidad de tener tanto tiempo libre para probar todas las que pueda...

De modo que he estado con pelirrojas, rubias, morenas, platinadas y -cómo no, si me encantan- tres bellezas asiáticas...

Consecuencia de ello es que he andado agotado todos estos días de supuesto descanso, por la falta de sueño...

Pero ha valido la pena, vamos, que me he divertido muchísimo con ellas, y aunque es cierto que siempre tengo tiempo para dedicarles, nunca es tanto como el que he tenido ahora...



[Okey, lo sé, en el juego también hay personajes masculinos, pero -la verdad sea dicha- no sé porqué hasta ahora no encuentro una buena razón para usarlos... ]

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4 de septiembre de 2012

Canción de Agosto


Amor mío

muchas cosas
pudieron pasar en Agosto
pero no pasarán

muchas luciérnagas
pudieron haber brillado en los ojos
pero no brillarán

y el mes de Agosto será enterrado
sin pompa ni circunstancia
sin flores ni cortejos

como tantos días
que nunca llegaron a ser árboles

como tantos árboles
que nunca llegaron a ser pájaros

como tantos pájaros
que nunca llegaron a volar.

Oscar Hahn

18 de agosto de 2012

¿Abuso de poder, o acoso laboral?

Cuántos sinsabores nos trae la vida, cuántos, cada día. 

Y, sin embargo, nunca nos acostumbramos a ellos, y cuando nos ocurre algo, nos amarga, nos deprime, nos aplasta.

Mi jefe -no mi jefe directo, sino "el de más arriba" (°'°) - tuvo la gran idea de cambiarme de puesto de trabajo. Así, casi casi "de un paraguazo". Por tanto, voy a dejar el área en que he trabajado por catorce años, para iniciar todo de nuevo, realizando labores que nunca hice y que apenas si sospecho (que de conocerlas, nada).

Cree él (es un hombre de fe, por lo que se ve) que con las capacidades que he demostrado a lo largo de estos años, podré facilmente no sólo aprender mis nuevas tareas, y un nuevo software, sino además convertirme en el "key user" de éste, y dar soporte necesario a quien lo requiera.

Además, pierdo el turno 7x7, que resulta tan conveniente en faena, para pasar a 4x3, el peor turno que se ha visto.
Pierdo también mi amplio escritorio, y la espaciosa oficina en la que he pasado los últimos 4 años, para ir a un vil container. 



Todo esto, sin una mejora en el cargo, ni en el nivel ni -sobra decirlo- en el sueldo.

Sin embargo, nada de esto me molesta o me preocupa mayormente. 

Lo que si me molesta, profundamente, lo que sí me amarga y me quita el sueño, lo que considero de un abuso insoportable e inaceptable, es que en mi nueva oficina, dentro de ese estrecho container, tendré que trabajar en un pequeño escritorio, y -oh, crueldad a la que se somete a los trabajadores sólo por ser ya mayores- no sólo estaré lejos de mis viejos, desaliñados y toscos compañeros de trabajo, con quienes por tanto tiempo he compartido, sino que además, además, tendré que trabajar día a día en medio de dos lindas, tiernas y perfumadas jovencitas veinteañeras: una rubia de sonrosada tez a mi izquierda , y a mi derecha otra que -cual blancanieves- lleva las alas de un mirlo por cabello y  almendrados ojos negros...

¿Habráse visto semejante ignominia?!! ¿No esto acaso, abusivo, por decir lo menos? Que falta de consideración...

¡Ay! Las cosas a que se ve uno sometido en el trabajo, por unas cuantas monedas. 
Y todo porque uno tiene una familia que alimentar...

Bien lo dicen las escrituras, bien que lo dicen: "ganarás el pan con el sudor de tu frente"...



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10 de agosto de 2012

¿Al cateo de la "sabiduría"?... ¿O...del almuerzo...?



En ningún caso...

Hace unos días atrás -la mañana aquella en que no escuché al gallo y desperté tarde- me quedé sin desayunar, en aras de llegar a una hora decente a trabajar. A consecuencia de eso, a media mañana tenía un rugiente león dentro de mi vacío estómago, exigiendo ser alimentado.

Para calmarlo, tomé el primer turno para ir a almorzar, a mediodía. Es más, ni siquiera esperé el bus que nos lleva a todos, sino que un rato antes tomé una camioneta y me fui al casino de la mina, donde nos corresponde ir a esa hora (sólo el desayuno y la cena los tomamos en el casino del campamento).

Llegué, de esta manera, antes que nadie y cuando recién habían abierto. A la entrada del casino hay un mesón, más bien bajo, sobre el cual -y casi junto a la pared- está el computador con el que se registra el ingreso. Iba pues directo allí, a registrarme, cuando me encontré de frente con algo como esto:




Un redondo, bien dibujado y nada pequeño trasero, enfundado en el blanco uniforme que usa el personal de la cocina. Su dueña, acodada sobre el mesón, conversaba animadamente con dos compañeras, que estaban al otro lado de éste.

Al margen de la opinión que pudiera tener sobre las cualidades de tal obstáculo, lo que yo realmente quería era marcar mi ingreso para poder almorzar, de manera que evalué la situación, e intenté por todos los medios acercarme, pero no había caso. Lo hiciera como lo hiciera, para alcanzar el teclado tendría que -necesariamente- tocar, empujar o apoyarme en alguna parte de aquella redondez. Y, a juzgar por las dimensiones de su dueña, hacer tal cosa podría resultar en un riesgo para mi integridad física. Así es que me quedé ahí, detrás de ella, con expresión de disgusto, esperando a que me diese ocasión de cumplir mi cometido.

A todo esto, y puesto que la que se gastaba la conversación era ella, las otras dos -que me veían a través del mesón y por sobre su compañera- habían advertido mis intentos, y mi confusión al no poder hacer nada, de modo que, más con gestos que con palabras, le indicaron que yo estaba ahí, detrás suyo.

La propietaria de aquello (de cuarenta y muchos, en todo caso), miró entonces por sobre su hombro, y al verme, se levantó lentamente y se dió vuelta hacia mí. Una de las otras le aclaró entonces:

- Es que no lo dejabas marcar.

Y ella, dándome la espalda, a la par que se alejaba se dio una palmadita en el trasero y respondió:

- Ha!, ¿y que se va a quejar acaso? Harto bueno es lo que estaba mirando...



Y eso no dejaba cabida a discusión alguna, en todo caso.

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4 de agosto de 2012

Pensando en el cumpleaños de nuestro padre



Me gusta recordarlo joven. Me cuesta entender que a los veinte años ya tuviera que ser padre y casarse y todo lo que viene. Me cuesta aceptar que su vida fuera tan corta y con tanto dolor y pocas alegrías.

(Ah, la foto en la Oxford está desarrollada al revés ¿se fijan?)

26 de julio de 2012

Al tercer canto del gallo...


 Cantó el gallo.
Un canto largo y algo estridente.
En la negrura de su conciencia, él no lo advirtió siquiera. No significó nada para él, en la cómoda tibieza de su lugar.

La hora pasó y, en las profundidades de su mente, algo quiso reaccionar al escucharse el segundo canto del gallo, como si un poco de luz se hubiese abierto paso en la oscuridad.
Pero no fue suficientemente luminosa como para hacerlo consciente de lo que hacía.

Y volvió a caer en la profundidad de las tinieblas.

Mas el gallo cantó por tercera vez.
Y el sonido de este tercer canto pareció distinto, más fuerte, más estridente,

Y entonces sí, al profético tercer canto del gallo, un rayo de luz penetró entre las tinieblas de su mente, disipándolas, y se hizo así, de pronto y casi violentamente, consciente de lo que había hecho:

Había ignorado no sólo tres, sino muchas veces el sonido del despertador. Ya no eran las 05:30, hora de levantarse, sino las 06:45!, casi la hora de entrar a trabajar...

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(Olvidé poner mi despertador, parece, y el gallo que escuché era la alarma del celular de mi compañero, que ignoramos ambos unas 6 o 7 veces. Eso se llama acostarse agotado después de un mal día...)

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22 de julio de 2012

¿Satanizar lo humano? What for ? o Why ?



¿Por qué los bloguistas van a satanizar Feisbuk, los feisbukistas a los blogs y los tuiteros a todos los demás?
Sana convivencia entre todos, eso es lo que hay. Son lugares diferentes. En el Facebook se escribe muy corto, rápido, contingente, el Twitter es Flash... En cambio el blog es más contundente, reposado y sobrevive durante más tiempo.

A aportar, en lugar de rendirse...

Digo...

14 de julio de 2012

Olor a gladiolos



 Coincido con la Kenucha, en su opinión respecto al blog.

Es más, creo que este gato tiene olor a gladiolos...

(Dizque -las malas lenguas- que lo mató ese engendro llamado feisbu)

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11 de julio de 2012

"Están penando en la bodega..."


Era noche cerrada. Sólo se oían, lejanos, los ruidos del taller, en donde los técnicos trabajaban -como cada noche- con el sólo deseo de que la hora pase pronto, que el turno se acabe y llegue el momento de irse a dormir. Vivir de noche está bien para los murciélagos y los ratones, los hombres nunca acaban de acostumbrarse a ello. 

Allí, en su oficina, el bodeguero de turno ingresa pedido tras pedido, intentando no dormirse sobre el teclado, tan concentrado, que no advierte cuando llegan a la ventanilla de atención dos técnicos. Uno de ellos es el jefe de mantención. Deberían esperar ahí ser atendidos, pero ese es un lugar frío, y puesto que no hay nadie de quien preocuparse a esa hora, y la puerta está entornada, entran a la oficina, y se paran detrás del bodeguero, con quien inician una animada charla, dejando para después lo que los ha llevado hasta ahí. Todo es válido para acortar la noche. 
A sus espaldas, sólo está el resto del mobiliario, estanterías con archivadores, las impresoras y un par de escritorios vacíos a esta hora. Unos pasos más allá, la oficina del jefe, tan solitaria como el resto.

De pronto. en medio de la conversación, se ven interrumpidos por una fría risa de mujer, que suena -escalofriante- a sus espaldas. Ambos técnicos se vuelven de inmediato, sorprendidos, y miran hacia la vacía oficina, sin ver nada más que los muebles y un par de computadores encendidos. Se vuelven entonces hacia el bodeguero, que imperturbable continúa con su trabajo, y tras mirarse, extrañados de su impasibilidad, le preguntan, casi al unísono:

- ¿Escuchaste?!!

- ¿Qué?, les responde aquél, mientras continúa tecleando.

- ¿ Cómo que qué? -tercia uno- esa risa. Una mujer se rió...

- ¿Una mujer? ¿de dónde va a salir una mujer a esta hora? Las digitadoras se fueron temprano, como siempre, ¿quién se va a estar riendo aquí?
Ambos técnicos vuelven a mirarse, y bajando el tono, se preguntan:

- ¿Tú la escuchaste, no es cierto?
- Sí, pu'. La escuché clarito, y bien cerquita atrás mío.

- Yo también, sonaba aquí mismo dentro de la oficina.

- ¿Y cómo éste dice que no escuchó nada?

- No sé, será que donde estaba trabajando no la oyó...

- Pero si se oyó clarito, aquí mismo...

En tanto esto decían, el bodeguero seguía aporreando el teclado, agachando la cabeza. Tal vez porque la hora pasaba y no quería tener que dar excusas a su jefe por el retraso, en la mañana. Tal vez.

Viéndose ignorados, y temerosos además de que se repitiera esa risa tenebrosa y fría, decidieron irse, volver a la seguridad del amplio taller, olvidados incluso de que habían ido hasta allí para hacer una compra que necesitaban...

Cuando se fueron, el bodeguero dejó de ocultar la sonrisa que asomaba a sus labios, y rió, rió de buena gana.

Las cosas no quedaron ahí. Los espantados técnicos esparcieron el rumor entre todo el turno, y unos primero, otros después, fueron llegando ante la ventanilla -ni pensar en entrar- a preguntar sobre lo que había sucedido. El bodeguero, con una seriedad a toda prueba, insistía en que no había escuchado nada. Los afectados, desde un lugar cercano a la ventanilla, apuntaban que sí, que había ocurrido, que ellos -los dos- la habían escuchado: una mujer se reía...

Se esparció la noticia por todo el taller. "En la bodega penan", "Sí, se apareció una mujer, y se reía..."

Cuando la cosa empezó a pasar a mayores, y ya habían escuchado la historia hasta el personal de otras empresas, llegó a la bodega -como para constatar la veracidad del asunto- el Supervisor de turno de la propia minera, preocupado por el efecto negativo que el rumor estaba produciendo sobre el trabajo (la producción baja cuando hay algo sabroso que comentar), y ¿cómo no?, picado también por la curiosidad.

Viéndose interrogado directamente por quien es la máxima autoridad en el área durante la noche, al bodeguero no le quedó otra que revelar la verdad:

- Es culpa de mi jefe, dijo. Yo no hice nada.

- ¿Cómo que es culpa de tu jefe? ¿Acaso no se fue a la hora que debía? ¿Está aquí todavía?

- No, no, si se fue, pero tarde. Y se le quedó el computador encendido, por eso que éstos se asustaron...

- No entiendo, dijo el supervisor, ¿que tiene que ver el computador de tu jefe con que éstos anden diciendo que aquí penan?

- Mi jefe, pues, que le cambió el sonido al aviso de correo nuevo, y le puso una risa de mujer. Y como llegó un correo justo que éstos estaban aquí, escucharon la risa atrás suyo y se asustaron...
Yo no les dije nada, ellos se convencieron solitos de que estaban penando...

-o- 

Lo cierto es que odio -literalmente odio- los sonidos de windows, en especial el aviso de correo nuevo. Por esa razón, lo reemplacé durante mucho tiempo con un canto de pajarillos. Un día los muchachos me dijeron que estaban aburridos de tanto pájaro (me llegan decenas de correos en el turno), de modo que lo cambié, y les puse un gato. Los maullidos de gato pueden resultar enervantes, cuando se repiten mucho, así es que lo cambié por un mono. El mono no era una buena elección, considerando que a mi propio jefe le apodan así y podía sentirse ofendido, de manera que les puse un burro. Pero ellos dijeron que con un rebuzno se sentían como que les estaba diciendo que eran unos burros (cosa que por demás era cierto, ya que me molestó que me hicieran cambiar mis pajarillos), y terminé poniéndole una risa de mujer, "para que alegre el ambiente", les dije.

La risa fue aceptada, y se quedó.

El único detalle es que la risa en cuestión no era tan alegre en realidad: era la risa gélida y burlona de la Reina de Hielo, un personaje de un juego online que usé alguna vez, y que había guardado por allí con otros muchos archivos de sonido wav. Al escucharla de día, parecía una risa fresca solamente, pero al escucharla de noche, y a sus espaldas, les pareció a aquellos técnicos la más fría y tenebrosa de las risas...


[Eso les pasa por meterse a la oficina sin permiso, saben bien que les está prohibido entrar]


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27 de junio de 2012

India culiá...


Era temprano en la mañana, y el casino estaba lleno de gente que desayunaba. Sus voces, unidas en un sinnúmero de conversaciones, formaban un murmullo incesante, que subía y bajaba según si comían o hablaban en ese momento.

Por uno de los pasillos formados por las mesas, empujando un carrito con azúcar y servilletas, circulaba una muchacha, una joven que apenas pasaba los veinte, vestida con uniforme de mesera y cubierta la cabeza con un pañuelo (es el uniforme de quienes trabajan en el casino).

Contrariamente a lo que sucede comúnmente en ese comedor atestado de hombres, ante el paso de una mujer, pocos le prestan atención, o más de una mirada. Es que ella es una muchacha indígena, una india de piel muy oscura, ojos oblicuos y feos rasgos. No se ve atractiva, de ninguna manera, y menos aún enfundada en ese ancho delantal. Camina con los ojos bajos y -no sin vergüenza- se acerca a las mesas, a cumplir con su trabajo de rellenar los azucareros y servilleteros que estén vacíos. No se siente cómoda, ni siquiera tranquila, en ese lugar tan distinto a su pueblo, y frente a esos hombres que -sin ser tan diferentes a ella algunos- la miran con desprecio.

Nació y se crió en un pueblecito con tres docenas de casas, allá en el altiplano, a las faldas de un volcán. Se crió viendo a unas cuantas personas, todas como ella, y cuidando llamos y alpacas en las cercanías del pueblo. No puede pues acostumbrarse -todavía a esta edad- a trabajar rodeada de gente, que las más de las veces no es amable en absoluto.

Al pasar junto a una mesa, escucha una voz desagradable, que exclama a viva voz:

- ¡Y qué hace aquí, esta india culiá?!!

No sólo a ella le sorprende la frase, y la dureza con que está dicha, sino a todos en el comedor, incluyendo a los compañeros de mesa del autor de ella. Pero, sin embargo, aparte de unas miradas reprobatorias, nadie hace o dice nada. La muchacha, con los ojos húmedos, sigue con su trabajo, aunque es notorio que quisiera salir corriendo de ese lugar.

Un hombre, uno solo entre el centenar que hay allí, se siente obligado a hacer algo, se levanta de su asiento y se acerca a la mesa del ofensor. De pié a su lado, le dice:

- No debió decir eso, no debió decirlo. ¿No se da cuenta de lo que hace?

Ante la falta de respuesta, vuelve a su lugar, para continuar con su desayuno, pero nada más sentarse, escucha nuevamente -y todos con él- la misma voz que se alza para decir:

- Bueno, y qué tanto, con la india culiá?!

Y el hombre aquél cerró los ojos, apretó los dientes, y se levantó nuevamente. Y nuevamente fue hasta la mesa de aquél que había hablado y -con voz que parecía conciliadora, aunque no lo era- le dijo:

- No debiste decirlo. No debiste decirlo. ¿No ves que si para tí ella no es atractiva, ni importante, a lo mejor para otra persona lo es? Porque tú sabes que yo conozco a tu mujer, y es harto fea, más fea que ella (todos los oyentes se sorprendieron ante estas palabras) Pero está mal que yo te diga eso. No debería haberlo dicho, porque para tí no debe ser fea. Algo tienes que haber visto en ella que te hizo enamorarte y casarte.
Entonces, tú tampoco digas cosas como ésa. ¿No ves que ella también es una persona?

Y volvió a su mesa, sin esperar réplica. Réplica que nunca llegó, por lo demás.

El que había ofendido a la muchacha se puso de pié, tomó su bandeja y se retiró molesto, soportando las burlas de sus compañeros, que ahora sí, y para eso, habían sacado la voz.

Pasados un par de días, a la hora de la cena, la chica estaba ahí, de nuevo, en su trabajo de siempre, cuando desde una mesa la llamó un hombre. Era el que había hablado en su defensa, de modo que se acercó, con los ojos bajos, sin mirarlo a la cara. Él le pasó un formulario en blanco, y le dijo:
- Hay postulaciones para Trainee*. Postula.

Ella, sin decir nada, volvió a lo suyo, con la hoja en la mano.

(*Trainee es un programa de entrenamiento para conductores y operadores de cargadores).

Dos días después, mientras pasaba por entre las mesas con su carrito, alguien le tomó del brazo. Ella miró asustada, y era el mismo hombre, otra vez. Sin soltarla, le preguntó:
- ¿Postulaste?.

Sin mirarlo a los ojos, la chica respondió, casi en un susurro,
- Es que yo no tengo licencia para manejar.

- Postula -le dijo él- Eso no importa.

- Si yo nunca me he subido ni a un auto -dijo ella-.

- No importa -afirmó tajante él-. Siéntate.

Y -aunque no podía hacer eso mientras trabajaba- ella se sentó a la mesa, enfrente suyo.

El hombre empezó a preguntarle sus datos personales, y escribía sus respuestas en un nuevo formulario, que había sacado de un maletín. Al terminar, le pasó la hoja, y le dijo:
- Firma.

Y ella, calladamente, obedeció.

El hombre le dijo:
-Bueno, ahora sólo hay que esperar.

Y ella, otra vez en silencio, volvió a su trabajo.

Más tarde ese día, el hombre entregó el formulario al encargado de las postulaciones, y le dijo:
- Llámala.

El encargado quiso decir algo, pero él insistió, sin darle tiempo:
- Llámala.

Pasó el tiempo, y la llamaron, y aunque no abandonó su costumbre de mirar hacia abajo y guardar silencio, aprobó el entrenamiento, y la Compañía la contrató como chofer de un camión de 250 toneladas.


Muchas cosas cambiaron con eso para ella, pues aunque para muchos en ese lugar no dejará nunca de ser una india culiá, ahora ya no es una mesera con un pobre sueldo, sino que es una operadora calificada que trabaja en una minera, y gana 7 veces lo que ganaba.

Quizá, con eso, ya no le duelan tanto frases como la de aquella vez. O quizá si le sigan doliendo igual. ¿Quién sabe?


¿Y el tipo que le dijo esa frase cruel?

Bueno, ahí sigue en su trabajo, seguramente odiándola más que antes, ya que ahora gana más que él... No creo que nunca se haya imaginado, ni en su peor pesadilla, que con decirle india culiá le iba a cambia la vida para su bien.

[Esto no es cuento, ocurrió de verdad. El hombre que la defendió era, por cierto, un instructor del programa Trainee, y se preocupó en todo momento de que saliera delante.]

La imagen es sólo para ilustrar, no tiene relación con la historia.

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17 de junio de 2012

Decálogo


Pensando en mi papá, en el día del padre, se ocurrió de pronto:

¿Alguien recuerda el famoso decálogo ése, que había en la casa de Serena?

Yo recuerdo sólo el "lavarse y peinarse antes de venir a la mesa"...

¿Quién puede hacer más que eso?



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12 de junio de 2012

La curiosidad mató al gato...



Caía la noche, una noche fría como son nuestras noches.
Recién salido del casino, donde había ido a cenar después del trabajo, tomé el largo camino hacia el patio catorce. El catorce es el último patio del campamento, el más apartado de todos, y en él se encuentran nuestras habitaciones. Para llegar allí, hay que recorrer una senda larga y angosta, que se abre camino por un sitio desolado, con apenas algunos edificios bajos alrededor, y mal iluminada por unos cuantos faroles.

Terminaba ya la senda, casi al llegar al patio 10 -el más cercano- cuando de una pequeña curva surgieron tres mujeres, que la ocupaban por completo. Al cruzarnos, las saludé con el buenas noches de fórmula, que contestaron no sin mirarme. A la escasa luz, alcancé a notar que la más pequeña tenía el rostro arrugado de quien lleva años de sol. La siguiente era de estatura media, y nada tenía que la hiciera destacar. La tercera, por el contrario, se hacía notar por su tamaño (era grande por el lado que se le mirara), y por su pelo desordenado teñido de un rojo anaranjado, un color tan fuerte que se hacía visible aún en esa penumbra.

Seguí mi camino, mas no había dado ni dos pasos, cuando escuché nítidamente una voz que decía: "ese señor que acaba de pasar...". Volteé entonces la mirada por sobre el hombro, y alcancé a notar que la que hablaba era la más grande, algo inclinada hacia las demás. Mis pies se habían detenido, esperando escuchar el resto de la frase, pero el viento, mismo que me había traído tan fácilmente sus palabras, el maldito viento, cambió su sentido y se llevó con él las que restaban.

Ví entonces que lo que yo no había oído había sido suficiente para que ellas voltearan hacia mí sus miradas, que en aquella falta de luz no me permitían adivinar nada. Y seguí mi interrumpido camino, con la cabeza baja, pensando, pensando en cuál sería el perdido final de esa oración.

Eran camareras, eso lo supe enseguida por su uniforme. Pero no de mi patio, que a ésas las conozco. No sólo no las conocía, sino que además nunca antes las había visto. Debían necesariamente haber llegado hace poco tiempo. Y eso empeoraba las cosas. Las empeoraba, porque ¿qué podía aquella mujer saber de mí, que valiera la pena de ser contado? ¿que valiera la pena mirar por el hombro para verme mejor?

Y minutos después, ya en mi habitación, aún pensaba, trataba deimaginar qué podría alguien decir de mí, y no lo conseguía. Y no lo conseguí tampoco al día siguiente, ni los venideros.

Desde entonces trato de olvidar lo sucedido. Trato de imaginar que nunca ocurrió. Porque -¿cómo no?- la duda me mata, me corroe el alma cada vez que lo recuerdo.

Así, intento ahora no regresar solo por las noches al campamento, busco alguna compañía. Porque cuando no la consigo, cuando recorro solo y en la penumbra esa larga senda, no puedo evitar -cada tanto- mirar por sobre el hombro, no puedo evitar el aguzar el oído, intentando descifrar los sonidos que me traen las ráfagas de viento, con la fútil esperanza de que -alguna vez- éstas me traigan de regreso las palabras que en aquella ocasión me arrebataron, con la vana esperanza de llegar a conocer el final de esa maldita frase...


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6 de junio de 2012

DRAGÓN (Un cuento de Ray Bradbury)


La noche soplaba en el escaso pasto del páramo. No había ningún otro movimiento. Desde hacía años, en el casco del cielo, inmenso y tenebroso, no volaba ningún pájaro. Tiempo atrás, se habían desmoronado algunos pedruscos convirtiéndose en polvo. Ahora, sólo la noche temblaba en el alma de los dos hombres, encorvados en el desierto, junto a la hoguera solitaria; la oscuridad les latía calladamente en las venas, les golpeaba silenciosamente en las muñecas y en las sienes.


Las luces del fuego subían y bajaban por los rostros despavoridos y se volcaban en los ojos como jirones anaranjados. Cada uno de los hombres espiaba la respiración débil y fría y los parpadeos de lagarto del otro. Al fin, uno de ellos atizó el fuego con la espada.

-¡No, idiota, nos delatarás!

-¡Qué importa! -dijo el otro hombre-. El dragón puede olernos a kilómetros de distancia. Dios, hace frío. Quisiera estar en el castillo.

-Es la muerte, no el sueño, lo que buscamos...

-¿Por qué? ¿Por qué? ¡El dragón nunca entra en el pueblo!

-¡Cállate, tonto! Devora a los hombres que viajan solos desde nuestro pueblo al pueblo vecino.

-¡Que se los devore y que nos deje llegar a casa!

-¡Espera, escucha!

Los dos hombres se quedaron quietos.

Aguardaron largo tiempo, pero sólo sintieron el temblor nervioso de la piel de los caballos, como tamboriles de terciopelo negro que repicaban en las argollas de plata de los estribos, suavemente, suavemente.

-Ah... -el segundo hombre suspiró-. Qué tierra de pesadillas. Todo sucede aquí. Alguien apaga el Sol; es de noche. Y entonces, y entonces, ¡oh, Dios, escucha! Dicen que este dragón tiene ojos de fuego y un aliento de gas blanquecino; se le ve arder a través de los páramos oscuros. Corre echando rayos y azufre, quemando el pasto. Las ovejas aterradas, enloquecen y mueren. Las mujeres dan a luz criaturas monstruosas. La furia del dragón es tan inmensa que los muros de las torres se conmueven y vuelven al polvo. Las víctimas, a la salida del Sol, aparecen dispersas aquí y allá, sobre los cerros. ¿Cuántos caballeros, pregunto yo, habrán perseguido a este monstruo y habrán fracasado, como fracasaremos también nosotros?

-¡Suficiente, te digo!

-¡Más que suficiente! Aquí, en esta desolación, ni siquiera sé en qué año estamos.

-Novecientos años después de Navidad.

-No, no -murmuró el segundo hombre con los ojos cerrados-. En este páramo no hay Tiempo, hay sólo Eternidad. Pienso a veces que si volviéramos atrás, el pueblo habría desaparecido, la gente no habría nacido todavía, las cosas estarían cambiadas, los castillos no tallados aún en las rocas, los maderos no cortados aún en los bosques; no preguntes cómo sé; el páramo sabe y me lo dice. Y aquí estamos los dos, solos, en la comarca del dragón de fuego. ¡Que Dios nos ampare!

-¡Si tienes miedo, ponte tu armadura!

-¿Para qué? El dragón sale de la nada; no sabemos dónde vive. Se desvanece en la niebla; quién sabe a dónde va. Ay, vistamos nuestra armadura, moriremos ataviados.

Enfundado a medias en el corselete de plata, el segundo hombre se detuvo y volvió la cabeza.

En el extremo de la oscura campiña, henchido de noche y de nada, en el corazón mismo del páramo, sopló una ráfaga arrastrando ese polvo de los relojes que usaban polvo para contar el tiempo. En el corazón del viento nuevo había soles negros y un millón de hojas carbonizadas, caídas de un árbol otoñal, más allá del horizonte. Era un viento que fundía paisajes, modelaba los huesos como cera blanda, enturbiaba y espesaba la sangre, depositándola como barro en el cerebro. El viento era mil almas moribundas, siempre confusas y en tránsito, una bruma en una niebla de la oscuridad; y el sitio no era sitio para el hombre y no había año ni hora, sino sólo dos hombres en un vacío sin rostro de heladas súbitas, tempestades y truenos blancos que se movían por detrás de un cristal verde; el inmenso ventanal descendente, el relámpago. Una ráfaga de lluvia anegó la hierba; todo se desvaneció y no hubo más que un susurro sin aliento y los dos hombres que aguardaban a solas con su propio ardor, en un tiempo frío.

-Mira... -murmuró el primer hombre-. Oh, mira, allá.

A kilómetros de distancia, precipitándose, un cántico y un rugido: el dragón.

Los hombres vistieron las armaduras y montaron los caballos en silencio. Un monstruoso ronquido quebró la medianoche desierta y el dragón, rugiendo, se acercó y se acercó todavía más. La deslumbrante mirilla amarilla apareció de pronto en lo alto de un cerro y, en seguida, desplegando un cuerpo oscuro, lejano, impreciso, pasó por encima del cerro y se hundió en un valle.

-¡Pronto!

Espolearon las cabalgaduras hasta un claro.

-¡Pasará por aquí!

Los guanteletes empuñaron las lanzas y las viseras cayeron sobre los ojos de los caballos.

-¡Señor!

-Sí; invoquemos su nombre.

En ese instante, el dragón rodeó un cerro. El monstruoso ojo ambarino se clavó en los hombres, iluminando las armaduras con destellos y resplandores bermejos. Hubo un terrible alarido quejumbroso y, con ímpetu demoledor, la bestia prosiguió su carrera.

-¡Dios misericordioso!

La lanza golpeó bajo el ojo amarillo sin párpado y el hombre voló por el aire. El dragón se le abalanzó, lo derribó, lo aplastó y el monstruo negro lanzó al otro jinete a unos treinta metros de distancia, contra la pared de una roca. Gimiendo, gimiendo siempre, el dragón pasó, vociferando, todo fuego alrededor y debajo: un sol rosado, amarillo, naranja, con plumones suaves de humo enceguecedor.

-¿Viste? -gritó una voz-. ¿No te lo había dicho?

-¡Sí! ¡Sí! ¡Un caballero con armadura! ¡Lo atropellamos!

-¿Vas a detenerte?

-Me detuve una vez; no encontré nada. No me gusta detenerme en este páramo. Me pone la carne de gallina. No sé que siento.

-Pero atropellamos algo.

El tren silbó un buen rato; el hombre no se movió.

Una ráfaga de humo dividió la niebla.

-Llegaremos a Stokel a horario. Más carbón, ¿eh, Fred?

Un nuevo silbido, que desprendió el rocío del cielo desierto. El tren nocturno, de fuego y furia, entró en un barranco, trepó por una ladera y se perdió a lo lejos sobre la tierra helada, hacia el norte, desapareciendo para siempre y dejando un humo negro y un vapor que pocos minutos después se disolvieron en el aire quieto.



3 de junio de 2012

¡Feliz cumpleaños! (¿o aniversario?)


Si no te lo crees tú, hermano ¿entonces quien?
Que tengas un buen año, con toda la salud, tranquilidad y resignación que necesitamos a esta edad...jeje


Sixty-five

Bueno, hoy he cambiado oficialmente de categoría pasando a pertenecer a la "Tercera edad", a las "Personas mayores", a los "Adultos mayores", ingeniosos eufemismos para decir que uno pasa a ser, simplemente, viejo.


Dijo Cicerón: La ancianidad es llevadera si se defiende a sí misma, si conserva su derecho, si no está sometida a nadie, si hasta su último momento el anciano es respetado entre los suyos.
Claro que sí, ¿pero dónde la viste, Cicerón?

25 de mayo de 2012

La última Centuria de Nostradamus



Quelque chose d'un mystere enserre,
Cateodelalaucha ne bouge pas?
Un tremblement de la terre
même ne se reveille pas?

24 de mayo de 2012

Telenovelas brasileñas

Debo aclarar que no veo telenovelas, hace muchos años que no veo una, chilenas, me parece que desde 1995 cuando me molestó que le cambiaran el final a Estúpido Cupido porque el original no era "religiosamente correcto".

Pero las telenovelas brasileñas siempre me gustaron, y de ellas recuerdo algunas muy buenas como La reina de la chatarra, El rey del ganado, Terra Nostra, La esclava Isaura, Doña Beija, Amor con amor se paga (con el terriblemente avaro Nonó Correia), Diadorin, bueno, no las recuerdo todas, pero si alguien quiere cooperar aportando más nombres, bienvenidos sean.

La imagen corresponde a la muy hermosa Patricia Pillar como Luana (Marieta Berdinazzi) en El rey del ganado.

18 de mayo de 2012

Sin querer queriendo


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Pero a continuación venía lo que los taurófilos llaman segundo tercio; es decir: hay que clavar banderillas en el lomo de la inocente bestezuela. (Me refiero al novillo, no a mí.) ¿Y a quién corresponde esta tarea? Al matador y ¡a los subalternos!, uno de los cuales era yo.
  —Es lo más sencillo del mundo —me había dicho algún conocedor—. Todo consiste en pararte a medio ruedo, llamar la atención del animal para que se arranque corriendo en dirección tuya, simular que vas a dar el paso a la derecha, para que el novillo caiga en la trampa, pero tú das sorpresivamente el paso a la izquierda, con lo cual tienes todo el tiempo del mundo para clavar las banderillas en el sitio adecuado.
  —¿Pero si el novillo no tiene bien definido el significado de los términos «derecha e izquierda»?
  —No seas pendejo —me replicó cariñosamente mi amigo el conocedor—. Olvídate de los términos «izquierda y derecha», y piensa solamente en uno y otro lado. Es decir: tú finta que vas a dar el paso para un lado y lo das para el otro. Eso es todo.
  Bueno, así pues sí, ¿verdad? De modo que, contando ya con toda la ventaja a mi favor, llevé a cabo lo indicado. Como se recordará, lo penúltimo era (antes de clavar las banderillas) fingir que daría el paso para un lado, pero darlo para el lado contrario; y eso fue lo que hice… sin tomar en cuenta que alguien había aconsejado al novillo que simulara embestir por un lado para acabar embistiendo por el lado contrario…

Roberto Gómez Bolaños, Sin querer queriendo - Memorias.

17 de mayo de 2012

Después de la lluvia (雨あがる Ame agaru)


Esta es una película, se podría decir póstuma, de Akira Kurosawa, y lo sería porque él escribió el guión y debería haberla dirigido, pero como falleció, fue dirigida por el que fue su director ayudante durante casi 30 años, Takashi Koizumi.
Resulta entonces como si la hubiese dirigido el mismo Kurosawa, una buena película.
Un grupo de viajeros queda aislado en una posada porque la intensa lluvia que se niega a parar les impide cruzar el río para seguir viaje. Entre los viajeros se encuentra  Ihei Misawa, un ronin que está acompañado por su esposa Miyo.
La situación se pone difícil para los viajeros pobres y el ronin decide que tiene que hacer algo para procurarles alimento. Para eso realiza duelos pagados en una escuela de esgrima, cosa que había prometido a su esposa no hacer.
La lluvia escampa y mientras esperan que el río baje, Misawa entrena en solitario. Mientras entrena es observado por el Señor local, Shigeaki, quién, bien impresionado por su habilidad, le ofrece un empleo como maestro de armas.
Desgraciadamente llega a oídos del Señor que Misawa ha realizado duelos pagados, actividad deshonrosa para un samurai y que lo descalifica para el puesto.
El ronin debe entonces continuar su viaje, mientras el Señor se muestra consternado por haber perdido a tan buen maestro. Solo al final, cuando Misawa ya ha partido, es que Shigeaki se entera de por qué el ronin aceptó realizar los duelos pagados y se queda pensando en cual es el límite entre el honor y el deshonor, en las palabras de Miyo, la esposa de Misawa, si es realmente más importante lo que se hace o el porqué se hace.
Una hermosa película, llena de humanidad, digna del maestro que fue Akira Kurosawa.

15 de mayo de 2012

A propósito de películas, ¿cuáles son sus escenas favoritas?

Recuerdo dos en particular que me gustaron mucho:
 a) Michael Corleone y Apollonia caminando por un terreno agreste y solitario en pleno cortejo...de pronto, la cámara muestra que viene medio pueblo detrás de ellos: escena chistosa y simpática.
b) En Das Boot cuando los invitan a cenar en un buque donde había de todo. Las caras de los submarinistas, inolvidables: la escena, amarga.




12 de mayo de 2012

Quo vadis


Sabemos que no hay Semana Santa sin Quo Vadis, esta es una de las películas que forman parte inseparable de la programación televisiva para esa semana (junto con, por supuesto, a El manto sagrado, Demetrio el gladiador, Ben-Hur, Los Diez Mandamientos y otras que se me escapan).
Por supuesto también que estoy hablando de Quo Vadis en su versión de 1951, dirigida por LeRoy y con la actuación de saco de plomo de Robert Taylor, la hermosa Debora Kerr y esos actores que fueron Peter Ustinov y Leo Genn.
Pero resulta que hay más de nueve versiones cinematográficas de esta obra del escritor polaco Henryk Sienkiewicz ¡más de nueve! pero nosotros fuimos condenados a ver solamente una.
Pero gracias a Internet, octava, novena y décima maravilla, tuve la oportunidad de ver una de esas versiones ignoradas, la realizada en 2001 por el director polaco Jerzy Kawalerowicz y con la actuación de Pawel Delag (Marco Vinicio), Magdalena Mielcarz (Ligia), Boguslaw Linda (Petronio) y Michael Bajor (Nerón).
Debo aclarar que vi la versión de 170 minutos, no la original de 270 ¿que hay en los 100 minutos que me faltan? misterio, pero lo que vi me gustó.
La película es buena, ¡a que no sabían que en Polonia también se hacen películas!, las hicieron, las hacen y seguramente las seguirán haciendo, mala suerte que a nosotros nos llegue solo Hollywood y que, en lugar de ver buen cine tengamos que conformarnos con Los vengadores o nada.
Como decía la película está bien actuada y bien ambientada, y es la película que debiera poner la televisión durante la Semana Santa, puesto que entrega un mensaje, no es una película simplona como la de 1951. Muy buen cine, el único problema estaría en tratar de leer los apellidos poli-consonánticos y escaso-vocálicos de los actores, por ejemplo Tigelino es representado por Krzysztof Majchrzak, pero basta con decir: "ese que hace de Tigelino"... y es suficiente, porque lo hace bien, lo mismo que Marco Vinicio, a años luz del acartonado y antipático de Robert Taylor. Nerón también está muy bien, Ligia es adorable y Petronio se luce de nuevo con su carta de despedida a Nerón: Esto será mi último consejo: Mata pero no cantes. Envenena pero no bailes. Incendia, pero no toques la cítara...

1 de mayo de 2012

A propósito de gatos...


A propósito de gatos, hoy fuí a la FILZIC, la feria del libro del Zicosur, y entre libros y manifestaciones culturales y/o folklóricas de diversas especies, me encontré con estos gatos. 


Un cuadro que inevitablemente llamaba la atención de los asistentes, y que llamó también la mía.
No sé por qué, nada más ver a estos felinos mirándome de frente, y se me vino a la cabeza "el Gato de la Ceci".

Fué una asociación inmediata, aunque cualquiera que haya ido a su casa sabrá que entre ese gato y éstos, hay un abismo de diferencia. Pero no pude evitar imaginármelo en su comedor, en la pared sobre su PC, casi enfrentando al muy codiciado y disputado GatodelaCeci.

Sin embargo, cuando la muchacha me dijo el precio, lo vi como de  otro ángulo y me dí cuenta que probablemente no se vería bien ahí. Como que es un tanto grande. Todavía más, al pensarlo bien, creo que ni siquiera va con la decoración. 

No. Definitivamente, al verlo desde ese ángulo, me di cuenta de que -en realidad- no guarda ninguna relación con ese otro cuadro, el del gato aquél tan circunspecto a pesar de su fama...




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23 de abril de 2012

Conmemoración


Ya se que a estas alturas del partido los cumpleaños no se celebran, más bien se conmemoran, y solo nos queda esperar a ver si podemos cumplir otro antes de convertirnos en efeméride.

De todos modos: ¡FELIZ CUMPLEAÑOS, CECILIA!

17 de abril de 2012

... cumpleaños.!!



A estas alturas, ya uno no sabe qué decir en estos casos, que no produzca efectos no deseados y/u/o daños colaterales...



¿O no?





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4 de abril de 2012

Párrafo 5, inciso 3...

"El cateo de la laucha", Tomo XXXVII, Volumen XIX, Capítulo IV, Párrafo 5, inciso 3:



"Nunca lleve a reparar un neumático pinchado la tarde misma en que "la chile" disputa un partido internacional.
El precio final del trabajo se verá incrementado en forma directamente proporcional a la cantidad de ayudantes de la vulcanización, multiplicada por la sed del maestro. Este valor tendrá un recargo adicional del 37% cuando el maestro sea hincha del equipo en cuestión."


Haberlo sabido antes...  ¬¬


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[por siaca, la foto es sólo para ilustrar]

20 de marzo de 2012

Me sumo a los Indignados...

Protesto enérgicamente.

¿Por qué aparecen precisamente en la semana en que no estoy aquí, y permanezco incomunicado?

Injusticia.

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15 de marzo de 2012

A propósito de lo "politically correct" (La traducción no es de lo mejor pero le hace empeño)

Caperucita Roja politicamente correcta.

Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja que vivía con su madre en la linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención, sino porque ello representa un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad. Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que era.
Así, Caperucita Roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana. De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta.
- Un saludable tentempié para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es -respondió.
- No sé si sabes, querida -dijo el lobo-, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques. Respondió Caperucita:
- Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial (en tu caso propia y globalmente válida) que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.
Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente válida para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho. Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo:
- Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.
- Acércate más, criatura, para que pueda verte -dijo suavemente el lobo desde el lecho.
- ¡Oh! -repuso Caperucita. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo.
- Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!
- Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.
- Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes! (relativamente hablando, claro está, y, a su modo, indudablemente atractiva).
- Y… ¡abuela, qué dientes tan grandes tienes!
Respondió el lobo:
- Soy feliz de ser quien soy y lo que soy…Y, saltando de la cama, aferró a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla. Caperucita gritó; no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que había realizado de su espacio personal. Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnicos en combustibles vegetales, como él mismo prefería considerarse) que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo como Caperucita Roja se detuvieron simultáneamente…
- ¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? -inquirió Caperucita. El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios.
- ¡Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neandertalense cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo! -prosiguió Caperucita. ¡Sexista! ¡Racista! ¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre.Al oír el apasionado discurso de Caperucita, la abuela saltó de la panza del lobo, arrebató el hacha al operario maderero y le cortó la cabeza. Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices en los bosques para siempre.

© James Finn Garner: Cuentos infantiles políticamente correctos. CIRCE Ediciones, S.A. Barcelona.
© Ilustraciones para el cuento tomadas de aquí. Gracias.

9 de marzo de 2012

Una película nueva, de hace cien años...

No me digan nada, estoy esperando que llegue la película John Carter para ir a verla. Ya se que me voy a encontrar con algunas sorpresas, pero, cuando se trata de adaptaciones al cine de obras literarias, ya estoy acostumbrado a ver cualquier cosa.
No pienso verla con afán crítico, quiero verla de la misma manera como leí las novelas de Edgar Rice Burroughs, es decir con la imaginacíón abierta a cualquier fantasía.
Supongo que sucederá lo de siempre, que después de ver la película muchos se asombrará de saber que se basa en un libro y tratarán de leerlo. Supongo también que al leer aunque sea uno de los libros que conforman la Saga de Marte (son 11) descubrirán, de nuevo asombrados, como las fantásticas aventuras de John Carter en Marte han servido de alimento a innumerables guionistas de historietas y de cine, de los que pasaron sin pena ni gloria a los que lograron la fama, desde Flash Gordon hasta Avatar, pasando por la muy célebre Star Wars.
Así, de seguro en la película aparecerán monstruos espantosos y terribles, a los que el héroe vencerá indudablemente. También, como debe ser, mucha esgrima con enormes espadas. Solo me queda una duda, ¿seguirán siendo los marcianos ovíparos?, hace cien años, cuando fue escrita la primera novela, eso no causó mayor problema, pero ahora ¿encontrará alguien que eso no es políticamente correcto? Veremos... tengo curiosidad por saberlo...

28 de febrero de 2012

Huckleberry Finn pasado por cedazo

Tal vez sea un poco difícil juzgar el problema desde un lugar donde dicho problema no existe, pero supongo que, como lectores, algo podemos opinar.
Las aventuras de Hucleberry Finn es una novela de Mark Twain universalmente conocida, pero que no ha estado libre de críticas.
Una edición (en inglés) se publicó el año pasado con la palabra nigger (negro), considerada muy ofensiva, reemplazada por slave (esclavo).
En los EE.UU. esta situación desató algunas controversias, los defensores de la eliminación de la "N-word" aducen que la nueva edición permite que el libro pueda ser leído en muchas escuelas en las que está actualmente eliminado de las listas de lectura, ganando así más lectores. Según dicen, mejora la situación de los profesores que se sentían incómodos con la palabrita.
La N-word (¡qué eufemismo más estúpido) es usada 219 veces en la novela y los detractores de la edición corregida opinan que la acción de reemplazarla solo puede ser calificada de lo que es, censura, así, sin eufemismos como correcciónmejora.
De todos modos ese tipo de censura es muy común en la literatura para los que leemos traducciones, lo que sucede es que si no se tiene acceso a la obra original con difilcultad nos daremos cuenta de que creemos leer liebre cuando en realidad nos están dando gato....
Claro que hay ocasiones en las que la censura de las palabras "inapropiadas" cae en el ridículo, como cuando reemplazan la traducción de la palabra merde o shit por la letra m. como si los lectores fuéramos estúpidos (o tal vez por temor a que se ensucie el libro).
Bueno, entonces quedamos en que los negros de la novela de Twain ya no son negros sino esclavos, y a nadie le importa que la palabra esclavo se aplique también a los negros libertos, que muchos creen que todos los negros eran esclavos, que todos los esclavos eran negros y que cualquiera tiene derecho a corregir y mejorar incluso las obras maestras de la literatura universal...

21 de febrero de 2012

Como el ajo...


Las muchachas dejaron
hace tiempo de usar trenzas,
eso lo sé,
cualquiera lo sabe.
Lucen su pelo en desorden,
desgreñado,
descuidado.
en franca enemistad
con el cepillo y la peineta.

Pero que los ajos,
los ajos,
hayan seguido ahora el mismo camino,
me parece terrible,
horrible,
inaceptable, imposible.
¿Quién vió nunca un ajo con sus hojas, fuera de una trenza?
Los cortaban, sí,
de las largas trenzas en que venían,
y apilados por las vendedoras,
lucían en pequeños montones de tres por esto
o quizá cinco por aquello.

Pero nunca,
jamás,
se vió -como ahora-
a los ajos desordenados,
con sus hojas mal amarradas en viles atados,
como si fuesen
una verdura cualquiera,
y sobre el suelo amontonados.

¿Cómo fue que llegamos a eso?

¿Se preguntó alguien un día:
por qué deben los ajos ir en trenzas?
¿Se dijo:
esto atenta contra los derechos de los ajos,
contra su libertad de ir sueltos por la vida?
¿Se alzó alguien en su defensa,
en contra de la absurda tradición de atarlos todos juntos,
en ordenada, armónica, práctica trenza?

¿O habrá sido -simplemente- la desidia de alguno,
que no quiso darse el trabajo de trenzar,
despreciando la ancestral costumbre
por comodidad?
¿Se dijo alguien:
por qué he de trenzar, por qué he de hacer lo que hicieron mi padre y mi abuelo?
¿Será rebeldía, flojera o simple desgano?
¿Será que otros siguieron el mal ejemplo, en el afán de "estar al día",
de seguir la moda,
de ser diferentes, de no seguir lo establecido?

¿Cómo dicen?
¿Que aún quedan?
¿Que en tal o cual lugar aún se hacen, aún están?
Oh, lo sé, estoy consciente de ello.
Tan consciente como estoy de que una vez empezada una costumbre nueva, las tradiciones se pierden,
las tradiciones pierden.
No pueden competir con la imperante -universalmente generalizada- ley del mínimo esfuerzo...

Lustros viendo trenzas de ajo,
y jamás,
nunca,
pensé -ni una sola vez, ni por un instante-,
en las manos que las tejieron,
en las personas que las hicieron.
Hasta hoy,
hasta la hora en que esas trenzas desaparecieron.


Tal vez alguien busque un trasfondo en esto,
o crea ver en ello una cierta analogía,
pero lo cierto es que yo lo escribí pensando,
solamente,
en que alguien me quitó las trenzas de ajo.
Me las quitó y se las llevó al olvido,
como tantas otras cosas que hubo y ya no hay,
tantas cosas que se fueron
sin que nos diéramos cuenta de ello,
sin que lo advirtiéramos.

¿Qué seguirá?

.
(imagen del trenzador de ajos, de http://www.portillo.es)

12 de febrero de 2012

Permitido fotografiar y filmar...

Donde sí se puede tomar fotografías (por favor, sin flash) y filmar, es en el Convento de los Dominicos.
Un hallazgo casual, de esos en que se te ocurre leer un papel pegado en una pared, en la calle, y te enteras que se puede visitar el convento, a módico precio, con o sin guía, y con la posibilidad de tomar fotos.


Una de las primeras cosas que llaman la atención son estos mosaicos españoles, los más antiguos que se conservan, y que tienen 400 años. Bastante imperfectos, si se miran con ojo crítico, pero hay que pensar en que se hicieron en 1606.


Hay dos lugares del convento que requieren -sí o sí- de un guía: La biblioteca, antiquísima como el convento mismo, y la torre del campanario.

Esta última requiere de guía porque los estultos (por decirlo de manera culta) nunca faltan, y además del riesgo de que alguien se caiga campanario abajo (es bastante antiguo), también están las campanas. Y créase o no, hay gente a la que "le pican los dedos" por hacerlas sonar. Tanto así, que uno que subió con nosotros, pese a que se les advirtió que no se debía hacer, pese a que yo mismo le dije directamente que no debía hacerlo, tocó una de ellas. El pobre guía, que venía subiendo al final de todos, estaba muy molesto. Obviamente, el responsable era él.
(Lamentable tener que reconocer que el émulo del jorobado era chileno...)

Por cierto, aunque la vista desde el campanario es espectacular, y se sabe que desde allí se avistaba el arribo de los barcos a El Callao, hay que ser joven para subir hasta arriba. Confieso que llegué gateando al último piso (como iba de último, no se notó. El guía era muy discreto).




Esta es una vista del patio del convento, desde el campanario. Se alcanza a ver además el río y algo de Lima.


En ésta, se aprecia la Catedral y el Palacio Arzobispal, que también visitamos.


Y aquí una vista de la torre, desde el patio del convento (en el segundo piso están las celdas, aún en uso)
Se aprecia el San Miguel Arcángel coronando el campanario. (click para agrandar la imagen)


Aunque este convento tiene también catacumbas, éstas no se han abierto ni recuperado, como ocurre con las de San Francisco. Sólo se pueden ver las escaleras de acceso, cerradas. 


Sin embargo, debajo del templo hay una parte que sí se mantiene en excelente estado y a las que se puede ingresar sin problemas. Lo malo es que la luz es mala, de modo que la mayoría de mis fotos, al ser sin flash, salieron mal.
Hay enterrados allí muchos personajes importantes, incluso Virreyes del Perú.



La biblioteca, que se me estaba olvidando -como ocurre con la de San Francisco- te deja con ganas de ver, tocar y curiosear. Se entiende que eso no se permita, obvio. Obras como este libro de 1652 no durarían mucho si cada visitante lo tocara, hojeara o le sacara un recuerdito...


Este gigantesco cantoral se usaba a la hora de las oraciones (yo que estuve en ésas, ya no me acuerdo cómo se les llamaba), para que todos los presentes pudieran cantar sin problemas. En el coro del templo, puede verse otro similar (foto siguiente).



La sillería del coro tiene un trabajo en madera que te deja callado un buen rato. Al menos, a los que apreciamos tales cosas. por cierto, todo permanece funcional, y es utilizado, cientos de años después de creado. La madera proviene de Panamá, pues era más barato traerla de allá que de la selva peruana. La falta de caminos limitaba demasiado el acceso.

El convento se precia -y te lo hacen saber- de ser los depositarios de los restos de los tres santos peruanos: Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres y San Juan Masías.



Santa Rosa es a quien se le da más importancia. Tiene su propio lugar bajo el convento, bastante amplio, donde yace su cuerpo. Y digo su cuerpo literalmente, porque por razones que no comprendo a cabalidad, a los tres santos los enterraron sin cabeza. las cabezas, por su parte, se encuentran en un altar dentro de la iglesia, expuestas a la vista, y donde son veneradas por los fieles. No dejan de verse algo macabras, sobre todo la de la santa. Hay mucha luz en contra, y no puede uno acercarse (o no debe), de modo que cuesta sacar una foto que sirva.







Y eso, por ahora.
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