Era noche cerrada. Sólo se oían, lejanos, los ruidos del taller, en donde los técnicos trabajaban -como cada noche- con el sólo deseo de que la hora pase pronto, que el turno se acabe y llegue el momento de irse a dormir. Vivir de noche está bien para los murciélagos y los ratones, los hombres nunca acaban de acostumbrarse a ello.
Allí, en su oficina, el bodeguero de turno ingresa pedido tras pedido, intentando no dormirse sobre el teclado, tan concentrado, que no advierte cuando llegan a la ventanilla de atención dos técnicos. Uno de ellos es el jefe de mantención. Deberían esperar ahí ser atendidos, pero ese es un lugar frío, y puesto que no hay nadie de quien preocuparse a esa hora, y la puerta está entornada, entran a la oficina, y se paran detrás del bodeguero, con quien inician una animada charla, dejando para después lo que los ha llevado hasta ahí. Todo es válido para acortar la noche.
A sus espaldas, sólo está el resto del mobiliario, estanterías con archivadores, las impresoras y un par de escritorios vacíos a esta hora. Unos pasos más allá, la oficina del jefe, tan solitaria como el resto.
De pronto. en medio de la conversación, se ven interrumpidos por una fría risa de mujer, que suena -escalofriante- a sus espaldas. Ambos técnicos se vuelven de inmediato, sorprendidos, y miran hacia la vacía oficina, sin ver nada más que los muebles y un par de computadores encendidos. Se vuelven entonces hacia el bodeguero, que imperturbable continúa con su trabajo, y tras mirarse, extrañados de su impasibilidad, le preguntan, casi al unísono:
- ¿Escuchaste?!!
- ¿Qué?, les responde aquél, mientras continúa tecleando.
- ¿ Cómo que qué? -tercia uno- esa risa. Una mujer se rió...
- ¿Una mujer? ¿de dónde va a salir una mujer a esta hora? Las digitadoras se fueron temprano, como siempre, ¿quién se va a estar riendo aquí?
De pronto. en medio de la conversación, se ven interrumpidos por una fría risa de mujer, que suena -escalofriante- a sus espaldas. Ambos técnicos se vuelven de inmediato, sorprendidos, y miran hacia la vacía oficina, sin ver nada más que los muebles y un par de computadores encendidos. Se vuelven entonces hacia el bodeguero, que imperturbable continúa con su trabajo, y tras mirarse, extrañados de su impasibilidad, le preguntan, casi al unísono:
- ¿Escuchaste?!!
- ¿Qué?, les responde aquél, mientras continúa tecleando.
- ¿ Cómo que qué? -tercia uno- esa risa. Una mujer se rió...
- ¿Una mujer? ¿de dónde va a salir una mujer a esta hora? Las digitadoras se fueron temprano, como siempre, ¿quién se va a estar riendo aquí?
Ambos técnicos vuelven a mirarse, y bajando el tono, se preguntan:
- ¿Tú la escuchaste, no es cierto?
- ¿Tú la escuchaste, no es cierto?
- Sí, pu'. La escuché clarito, y bien cerquita atrás mío.
- Yo también, sonaba aquí mismo dentro de la oficina.
- ¿Y cómo éste dice que no escuchó nada?
- No sé, será que donde estaba trabajando no la oyó...
- Pero si se oyó clarito, aquí mismo...
En tanto esto decían, el bodeguero seguía aporreando el teclado, agachando la cabeza. Tal vez porque la hora pasaba y no quería tener que dar excusas a su jefe por el retraso, en la mañana. Tal vez.
Viéndose ignorados, y temerosos además de que se repitiera esa risa tenebrosa y fría, decidieron irse, volver a la seguridad del amplio taller, olvidados incluso de que habían ido hasta allí para hacer una compra que necesitaban...
Cuando se fueron, el bodeguero dejó de ocultar la sonrisa que asomaba a sus labios, y rió, rió de buena gana.
Las cosas no quedaron ahí. Los espantados técnicos esparcieron el rumor entre todo el turno, y unos primero, otros después, fueron llegando ante la ventanilla -ni pensar en entrar- a preguntar sobre lo que había sucedido. El bodeguero, con una seriedad a toda prueba, insistía en que no había escuchado nada. Los afectados, desde un lugar cercano a la ventanilla, apuntaban que sí, que había ocurrido, que ellos -los dos- la habían escuchado: una mujer se reía...
Se esparció la noticia por todo el taller. "En la bodega penan", "Sí, se apareció una mujer, y se reía..."
Cuando la cosa empezó a pasar a mayores, y ya habían escuchado la historia hasta el personal de otras empresas, llegó a la bodega -como para constatar la veracidad del asunto- el Supervisor de turno de la propia minera, preocupado por el efecto negativo que el rumor estaba produciendo sobre el trabajo (la producción baja cuando hay algo sabroso que comentar), y ¿cómo no?, picado también por la curiosidad.
Viéndose interrogado directamente por quien es la máxima autoridad en el área durante la noche, al bodeguero no le quedó otra que revelar la verdad:
- Es culpa de mi jefe, dijo. Yo no hice nada.
- ¿Cómo que es culpa de tu jefe? ¿Acaso no se fue a la hora que debía? ¿Está aquí todavía?
- No, no, si se fue, pero tarde. Y se le quedó el computador encendido, por eso que éstos se asustaron...
- No entiendo, dijo el supervisor, ¿que tiene que ver el computador de tu jefe con que éstos anden diciendo que aquí penan?
- Mi jefe, pues, que le cambió el sonido al aviso de correo nuevo, y le puso una risa de mujer. Y como llegó un correo justo que éstos estaban aquí, escucharon la risa atrás suyo y se asustaron...
- Yo también, sonaba aquí mismo dentro de la oficina.
- ¿Y cómo éste dice que no escuchó nada?
- No sé, será que donde estaba trabajando no la oyó...
- Pero si se oyó clarito, aquí mismo...
En tanto esto decían, el bodeguero seguía aporreando el teclado, agachando la cabeza. Tal vez porque la hora pasaba y no quería tener que dar excusas a su jefe por el retraso, en la mañana. Tal vez.
Viéndose ignorados, y temerosos además de que se repitiera esa risa tenebrosa y fría, decidieron irse, volver a la seguridad del amplio taller, olvidados incluso de que habían ido hasta allí para hacer una compra que necesitaban...
Cuando se fueron, el bodeguero dejó de ocultar la sonrisa que asomaba a sus labios, y rió, rió de buena gana.
Las cosas no quedaron ahí. Los espantados técnicos esparcieron el rumor entre todo el turno, y unos primero, otros después, fueron llegando ante la ventanilla -ni pensar en entrar- a preguntar sobre lo que había sucedido. El bodeguero, con una seriedad a toda prueba, insistía en que no había escuchado nada. Los afectados, desde un lugar cercano a la ventanilla, apuntaban que sí, que había ocurrido, que ellos -los dos- la habían escuchado: una mujer se reía...
Se esparció la noticia por todo el taller. "En la bodega penan", "Sí, se apareció una mujer, y se reía..."
Cuando la cosa empezó a pasar a mayores, y ya habían escuchado la historia hasta el personal de otras empresas, llegó a la bodega -como para constatar la veracidad del asunto- el Supervisor de turno de la propia minera, preocupado por el efecto negativo que el rumor estaba produciendo sobre el trabajo (la producción baja cuando hay algo sabroso que comentar), y ¿cómo no?, picado también por la curiosidad.
Viéndose interrogado directamente por quien es la máxima autoridad en el área durante la noche, al bodeguero no le quedó otra que revelar la verdad:
- Es culpa de mi jefe, dijo. Yo no hice nada.
- ¿Cómo que es culpa de tu jefe? ¿Acaso no se fue a la hora que debía? ¿Está aquí todavía?
- No, no, si se fue, pero tarde. Y se le quedó el computador encendido, por eso que éstos se asustaron...
- No entiendo, dijo el supervisor, ¿que tiene que ver el computador de tu jefe con que éstos anden diciendo que aquí penan?
- Mi jefe, pues, que le cambió el sonido al aviso de correo nuevo, y le puso una risa de mujer. Y como llegó un correo justo que éstos estaban aquí, escucharon la risa atrás suyo y se asustaron...
Yo no les dije nada, ellos se convencieron solitos de que estaban penando...
Lo cierto es que odio -literalmente odio- los sonidos de windows, en especial el aviso de correo nuevo. Por esa razón, lo reemplacé durante mucho tiempo con un canto de pajarillos. Un día los muchachos me dijeron que estaban aburridos de tanto pájaro (me llegan decenas de correos en el turno), de modo que lo cambié, y les puse un gato. Los maullidos de gato pueden resultar enervantes, cuando se repiten mucho, así es que lo cambié por un mono. El mono no era una buena elección, considerando que a mi propio jefe le apodan así y podía sentirse ofendido, de manera que les puse un burro. Pero ellos dijeron que con un rebuzno se sentían como que les estaba diciendo que eran unos burros (cosa que por demás era cierto, ya que me molestó que me hicieran cambiar mis pajarillos), y terminé poniéndole una risa de mujer, "para que alegre el ambiente", les dije.
La risa fue aceptada, y se quedó.
El único detalle es que la risa en cuestión no era tan alegre en realidad: era la risa gélida y burlona de la Reina de Hielo, un personaje de un juego online que usé alguna vez, y que había guardado por allí con otros muchos archivos de sonido wav. Al escucharla de día, parecía una risa fresca solamente, pero al escucharla de noche, y a sus espaldas, les pareció a aquellos técnicos la más fría y tenebrosa de las risas...
[Eso les pasa por meterse a la oficina sin permiso, saben bien que les está prohibido entrar]
-o-
Lo cierto es que odio -literalmente odio- los sonidos de windows, en especial el aviso de correo nuevo. Por esa razón, lo reemplacé durante mucho tiempo con un canto de pajarillos. Un día los muchachos me dijeron que estaban aburridos de tanto pájaro (me llegan decenas de correos en el turno), de modo que lo cambié, y les puse un gato. Los maullidos de gato pueden resultar enervantes, cuando se repiten mucho, así es que lo cambié por un mono. El mono no era una buena elección, considerando que a mi propio jefe le apodan así y podía sentirse ofendido, de manera que les puse un burro. Pero ellos dijeron que con un rebuzno se sentían como que les estaba diciendo que eran unos burros (cosa que por demás era cierto, ya que me molestó que me hicieran cambiar mis pajarillos), y terminé poniéndole una risa de mujer, "para que alegre el ambiente", les dije.
La risa fue aceptada, y se quedó.
El único detalle es que la risa en cuestión no era tan alegre en realidad: era la risa gélida y burlona de la Reina de Hielo, un personaje de un juego online que usé alguna vez, y que había guardado por allí con otros muchos archivos de sonido wav. Al escucharla de día, parecía una risa fresca solamente, pero al escucharla de noche, y a sus espaldas, les pareció a aquellos técnicos la más fría y tenebrosa de las risas...
[Eso les pasa por meterse a la oficina sin permiso, saben bien que les está prohibido entrar]
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2 comentarios:
me hiciste reir,jjajjajaaaajja,
Muy entretenido el relato, me encantó. Acá frecuentemente en la oficina hay comentarios de ese tipo. Algunos creen mucho y se asustan verdaderamente en especial cuando la hora está avanzada y ya no quedan casi personas en la Central. Personalmente he escuchado muchas veces ruidos anormales en mi oficina en horas de noche, pero no tengo miedo y nunca reviso nada. Ignoro la situación.
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