30 de diciembre de 2009

Y no es cuento...



Días atrás,
recibí otro golpe –y fuerte- a mi orgullo
(tan maltratado últimamente)
y a mis pretendidas dotes de escritor…

Participé en un concurso de cuentos, organizado por mi empresa,
-no puedo evitar participar en concursos, competencias y similares-
hace ya 4 meses.
Cuando habían transcurrido 3 de ellos sin noticias de resultados,
hice un reclamo al respecto, convencido de que debería estar yo
entre las menciones honrosas…
Me respondieron que tuviera calma, que ya estaba “casi listo”,
y que me avisarían…

A la semana, nuevo correo, en que me piden que asista a una ceremonia,
donde se entregarán los resultados y se premiará a los participantes…
El correo iba dirigido a sólo 6 personas, razón por la que
me sentí seguro de que lo que yo esperaba se cumplía cabalmente…

Pasé la semana que restaba para la ceremonia –y cóctel-
con una sonrisa en la cara
y rebosante de orgullo…

Llegado el día de marras, estuve allí a la hora establecida,
sorprendiendo a quienes organizaban el evento,
ya que –lógicamente- estaban a última hora preparando todo
-chilenos al fin y al cabo-
seguros de que nadie podría jamás llegar a la hora de citación…
No sabían que soy uno de los escasos –y casi extintos-
nacidos en este país que es capaz –y está dispuesto-
a llegar a la hora a sus compromisos, eventos, comidas, etc…)

Comenzamos 40 minutos tarde -cosa que no dejó de sorprenderme,
ya que habitualmente los retrasos son de una hora al menos-,
con unas breves palabras introductorias,
en las que se nombraron los jueces (directivos de la empresa),
y se dieron mayores detalles de los resultados.

Y ahí –recién- tomé conciencia de que,
si mi empresa está presente en 4 países de sudamérica,
el concurso era para todos sus empleados,
y que, si mi país mide miles de kilómetros de largo,
era ilógico suponer que se reuniera a todos los ganadores
en una ciudad de provincia…

Cuando se dijo que el primer lugar se entregaría en la capital,
que el tercero en otro país y que las menciones honrosas
se habían otorgado en Argentina, tuve un mal presentimiento…
(aunque, obviamente, de presentimiento no tenía nada,
porque ya lo había escuchado todo…)

Casualmente, el segundo lugar lo ganó un compañero de trabajo,
de mi misma sucursal, de quien jamás habría sospechado
que pudiera/supiera/tuviera interés en escribir un cuento…

Sabiendo ya que mi cuento pasó sin pena ni gloria,
me dispuse a escuchar la lectura del cuento en cuestión,
con la sorpresa (compartida por los asistentes)
de que el autor se resistía a leerlo…
(“si hubiera sabido que iba a tener que leerlo…”)

Finalmente, lo leyó, y mejor no lo hubiera hecho,
porque si ya me sentía mal
por no haber merecido mi obra ni una mención honrosa,
enterarme que tal otra había obtenido el segundo lugar
me dejó enfermo…, tanto como recibir
–como estímulo por nuestra participación
“siga concursando”)
un libro de una autora que no me gusta…

No me quedó otra que desquitarme en lo único que me quedaba:
comerme todo lo que pudiera en el cóctel,
labor en la que tuve la dura de competencia de mis camaradas de letras...
(¿todos los escritores son tan buenos para comer?
¿o será un rasgo heredado de aquellos tiempos idos,
en que los escritores se morían de hambre, sino de tuberculosis,
antes de ser reconocidos por sus obras?)

Bueno, sólo puedo decir que el sabor de la carne asada
y de las innumeras empanadas que me comí para “pasar la pena”
cumplieron su cometido, pero el efecto
–lamentablemente- no fue de muy largo plazo…

Todavía – bastantes días después de los hechos-
no se me quita el regusto amargo de la derrota,
pero como todo vicioso que se respete,
me he comprometido a no volver a participar,
nunca más, en un concurso de cuentos…
(hasta que llamen para el próximo…)

7 comentarios:

Reca dijo...

A veces sucede que, en esto de los concursos, es más recomendación el haber salido perdedor que haberlos ganado...
Además, no eres el primer(a) escritor(a) de apellido Castillo que no gana...
Por último, cuando de concursos se trata, los libros en que se publican los cuentos yo comienzo a leerlos por el final ya que ahí están, invariablemente, los mejores...
De todos modos puedes compartir tu cuento via email.

CeciliaCastillo dijo...

Puchas, hermanito.

El Reca te acaba de decir lo mismo que me dijo a mi cuando jamás gané versión alguna del concurso anual de la Universidad Católica del Norte.

Un par de años seguidos publicaron mi cuento como relleno en las últimas páginas ...

Otro año, me contrataron para ir a hablar acerca del cuento en la entrega de premios (de los cuales yo nada, ni mención honrosa).

La consecuencia de tanta frustración fue que con todos los cuentos que fueron a diferentes concursos que nunca gané, armé un libro de cuentos y postulé a los fondos de cultura del gobierno regional y pude finalmente publicarlo.

Ahora, otra cosa que puedes hacer es lo que sugiere mi amigo Guillermo: Buscar un excelente cuento de un famoso y consagrado autor y enviarlo al concurso con un seudónimo con los siguientes posibles resultados:

1. Si el cuento NO gana, se critica públicamente al jurado por dejar fuera un excelente cuento de tan eximio autor, etc...etc...

2. Si el cuento Sí gana, también se hace papilla al jurado por ignorancia e incapacidad de descubrir el dizque plagio...

Bueno, quise hacerte sonreir y decirte que entiendo como te sientes...

...y comparte el cuento con nosotros...que a lectores duchos nadie nos gana aunque no seamos jurados...

tito dijo...

Ajá, yo también participé en un concurso de cuentos infantiles, creo del Mercurio de Santiago con el seudónimo de Recaredo. Dos cuentos de los cuales ni siquiera me dijeron: siga participando. Pero no me dolió mucho porque no los escribí para ganar sino porque me gustaba. Fue la época en que al Andrés había que inventarle cuentos porque los ya escritos y conocidos se los conocía y era ávido por escuchar nuevos (no aceptaba uno ya relatado)

Rodrigo dijo...

Lo cierto es que, en el fondo, no esperaba demasiado...

Ya le había enviado, previamente, el cuento a un escritor iquiqueño, y tenía claro que no funcionaba muy bien.

Y es que es poco lo que se puede hacer cuando te limitan el tema y además te dejan sólo 1 carilla tamaño carta interlineada a 1 espacio y medio. Como mi cuento era de 2 carillas y media, no era mucho lo que quedó de él al condensarlo...

Reca dijo...

Recuerdo que también le pasó a Reginaldo Saavedra, una vez me mostró un libro de cuentos. Miré el índice y ahí estaba el suyo, en las páginas finales, casi cayéndose del libro pero lejos el mejor, el primero valía poco casi nada...

tito dijo...

Una vez leí de varios escritores famosos, de su triste y largo peregrinar por editores donde no solo les cerraron las puertas sino que les dijeron de mala manera que sus escritos no servían.
Ellos perseveraron, y un día, como por error del destino, encontraron su camino al éxito

Don Pato dijo...

Rodrigo, debo insistir en algo que leí por ahí.
Queremos leer tu cuento, queremos leer esas dos carillas y media, queremos que compartas tu obra con nosotros.
Tendré que insistir en esto...

Cecilia, prima querida me gustaría ver , leer o tener ese libro de cuentos tuyos.
Es posible acceder de alguna forma?