6 de septiembre de 2011

El Flecha

Hace tiempo, y por meses, tuvimos problemas de personal. Por meses, nuestra empresa nos ponía trabas tras trabas, y la oficina de Reclutamiento nos daba píldora tras píldora, pero ninguna solución. No nos dejaban contratar a nadie. Después de meses de trámites, los rechazaban por cualquier cosa.

Mi jefe (el mismo que saltó del barco no hace mucho), se dió por vencido, y hacíamos el trabajo como podíamos con dos personas menos (él no, obvio, nosotros).

Un día, nuestro Gerente le envió un correo con los datos de dos personas, diciéndole que ocuparían los puestos vacantes. Él, entusiasmado, llamó a uno de ellos, para indicarle cuándo lo entrevistaría, y qué documentos debía presentar. El trabajador le dijo, extrañado: ¿entrevista? Pero, si yo ya firmé el contrato...
Y así llegó a trabajar con nosotros, saltándose todos los trámites y de un día para el otro, el Flecha.

Era un tipo tan especial, que a los tres días ya había adquirido el que sería su apodo oficial: el Flecha. ¿por qué el Flecha? Pues porque demostró enseguida cuán "rápido" era para hacer las cosas... y para aprenderlas.

Trabajó con nosotros -creo recordar- como 9 meses. Y nunca aprendió. No hubo caso. No aprendió ni lo más básico.
Recuerdo que, cuando llevaba 4 o 5 meses trabajando, me llamó el Jefe de turno del taller, avanzada la noche, para decirme que necesitaban una compra urgente, y que el flecha, que estaba de turno, no sabía cómo hacerla...

No es posible, pensé, ¿cómo es que en tanto tiempo no ha aprendido?
Le llamé, y le pregunté eso mismo, que cómo era posible que no supiera.
Me contestó:
- "Es que no sé"
- Pero, ¿cómo es que no sabes hacer eso todavía?
- "Es que no me han enseñado".

Indignado con sus compañeros de trabajo, que en 4 meses no le habían enseñado algo tan básico y tan importante en nuestra labor, hube de levantarme de madrugada (2 o 3 de la mañana), esperar a la intemperie, helándome, a que llegara una camioneta a buscarme, y fuí a hacer la compra yo mismo.

Llegado a la oficina, lo puse de pié al lado mío, y a la vez que hacía la compra y la solicitud de transporte urgente, le enseñé como proceder. Me aseguró que lo había comprendido, y entonces regresé al campamento a dormir, cosa que no pude hacer, pues tenía los pies fríos como trozos de hielo... y me llegaron las 5:30 esperando abrigarme y me tuve que levantar.

Al llegar a la oficina, al inicio del turno, reuní a los "viejos", y los reté, airadamente, por no haber enseñado debidamente a su compañero la forma de trabajar, cosa que era su obligación.
Se me fueron encima, alegando que sí lo habían hecho, y más de una vez... es más, uno de ellos me aseguró que le había preparado un procedimiento a seguir, con impresiones de pantalla, paso por paso, y se lo había impreso a modo de cuaderno, para que no tuviera problemas para hacer las cosas.

Llamado el flecha a aclarar la situación delante de sus compañeros, aceptó que era cierto que le habían enseñado, y aún que había recibido el cuaderno aquél. Le pregunté, entonces:

- ¿Y porqué me dijiste que no te habían enseñado"
- "Es que se me olvidó"...
- ¿Y dónde tienes ese cuaderno, por qué no lo usaste anoche?
- Es que lo dejé en la habitación...
- ¿?

- Pues esta noche, no te olvides de traerlo, ¿de qué te sirve en el dormitorio?

Y lo envié a dormir.

Siguiente noche, suena mi celular, a medianoche.

La voz del Jefe de turno, que me dice: Oye, wn, que necesitamos una compra urgente, y el flecha dice que no sabe cómo se hace.

- ¿Cómo que no sabe?!! Pero, ¿que no le enseñé anoche? Pásame con él.

- Oye, ¿que no te enseñé anoche a realizar compras?
- "Es que se me olvidó"...
- Y el procedimiento que te hicieron, ¿por qué no lo usas?
- "Es que se me quedó en el dormitorio..."
- Pero si te dije que no subieras sin él!!
- "Es que se me olvidó"...

Me hervía la sangre, pero me mordí la lengua, y le dije que estaba bien, que se sentara frente al PC, y siguiera mis instrucciones.

- Entra al programa de compras.
-¿Cuál?
-¿Cómo cuál? Al único que tenemos, hombre.
- Ah, ése.
-Si, ese. Ahora escribe XXXXXX
- ¿cómo?
- Que escribas XXXXXX y le des enter.
- ¿cómo enter?
- Que escribas XXXXXX y aprietes la tecla que dice enter [ #$%&&...]
- Ah, ya.
- ¿Lo hiciste?
- Sí.
-Bien, ahora ingresa los datos de dónde realizarás la compra, los nuestros, y la S de comprar (shop), y aprietas F5
- ...
- ¿Lo hiciste?
- Es que no sé cómo...
- A ver, en el primer espacio escribe XXXXXX, en el segundo espacio XXXXXX, en el tercero una S y luego F5.
- ...
- ¿Lo hiciste??
- ...
- Flecha, que si lo hiciste.
- Es que no sé cómo...
- ¿No sabes cómo, qué?
- Eso de efecinco.. ¿dónde lo escribo?

- #$%&¨**[]_¨]`^#&@ (lo insulté, lo admito....)

Después de desahogarme, le pregunté:

- Oye, ¿hay alguien contigo?
- Sí, el Jefe de turno, y todos los mecánicos (claro, si era un show, cómo no iban a estar todos).
- Dale el teléfono.
- Oye, viejo, por favor, saca al flecha de la silla, y ponte ahí.
- Qué, ¿tengo que hacerle yo la pega al flecha?
- ¿Quieres la compra, o no? Si la quieres, calladito y escribe... que no voy a levantarme hoy de nuevo.

En tres y medio minutos estaba la compra hecha, en cuatro más solicitado el transporte, y al cabo de otros cinco los respaldos impresos y firmados.


En otra ocasión, también de madrugada, me llamó nuevamente el flecha, diciéndome que le estaban pidiendo que enviara un correo con una solicitud adjunta, y que él no sabía cómo...
Mi paciencia es mucha, pero nunca tanta, de modo que llamé a nuestro jefe, y "le pasé la pelota", para que se encargara él.
Y él llamó al flecha, y le preguntó qué necesitaba.
Después de mucho hablar por teléfono, dando mil indicaciones, quedó (supuestamente), listo el envío.
Al rato después, nueva llamada. Era el flecha, diciéndole que no había podido enviarlo, que no sabía cómo.
Nuestro jefe, para evitarse nuevas explicaciones, encendió el notebook, se conectó a internet, consultó que era lo que estaban pidiendo, hizo una nueva solicitud, la adjuntó a un correo, en el que explicó lo que se requería, y se lo envió al flecha, a la oficina, desde su correo personal.
Luego lo llamó y le dijo que reenviara ese correo, escribiendo la dirección donde debía mandarse la solicitud, y le diera click en Enviar.
El flecha, obvio, dijo que lo tenía listo, y que lo enviaba ya.
Nuestro jefe, para desquitarse de que lo hubiera despertado, me llamó entonces a mí de vuelta, para decirme que se había solucionado el problema.

A la mañana siguiente, llegué a la oficina antes que nadie -como es mi costumbre- y le pregunté al flecha:
- ¿Y, reenviaste el correo que te mandó el jefe?
- No -me dijo- no pude...
- ¿Cómo que no pudiste?, Pero si le dijiste al jefe que lo habías hecho.
- "Es que no le entendí lo que me dijo"...

No entendió cómo se hacía eso de reenviar un correo.


Nadie se explicaba cómo es que nuestros reclamos en contra del flecha no llegaban a ninguna parte. Nadie se explicaba cómo es que a pesar de lo malo que era, seguía allí.

Me preguntó un día el Gerente que "cómo iba" el flecha (llamándolo por su nombre, obvio).
Yo le dije:
- Usted sabe que es tan difícil para nosotros contratar a alguien nuevo, que con tal de no perder un par de manos, yo he defendido hasta al peor de nuestros trabajadores ¿no es cierto?
- Si, lo sé.
- Pues, a ése par de manos, no lo voy a defender... es un cero a la izquierda. Por mí, trasládelo, despídalo, oquéséyo, pero líbrenos de él.

Me miró, y no hizo ningún comentario.


Un día cualquiera, el flecha no llegó a trabajar. Al día siguiente, nos llegó la noticia de que había presentado su renuncia, allá lejos, en la ciudad donde vivía. Uno de sus compañeros lo llamó, tiempo después, ahogado por la pregunta que todos nos hacíamos y nadie se atrevía a expresar, y le dijo:
- Oye, flechita, ahora que ya te fuiste, dí la verdad, quién era tu padrino, quién te contrató?

Después de mucho negarse, al fin lo admitió: había sido el propio Gerente, su primo, quien lo había traído.
Así se explicaban los largos meses que estuvo con nosotros, así se explicaba que pese a su ineficiencia, pese a que todos los jefes de área hablaban pestes de él, nadie había podido conseguir que lo despidieran... por cierto que a muchos se nos hizo un nudo en la garganta al saberlo, al recordar todas las cosas que sobre su primo le habíamos dicho a nuestro Gerente...

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9 comentarios:

Reca dijo...

De esos hay más de los que se creen, y muchos son los que logran jubilarse después de largos años de permanencia.
Algunos se las arreglan para mimetizarse con el medio y toman esas labores que los demás no pueden tomar por falta de tiempo,
poner banderitas en septiembre, el arbolito navideño en diciembre, llevar mensajes...
Claro que los casos extremos como el del "flecha" son raros aunque notables, y demuestran que la perfección existe, pues son unos "perfectos inútiles".

Don Pato dijo...

Me entretuve como loco con tu relato Rodrigo, aunque sé que tú no lo pasaste nada de bien.
Cierto es que hay muchos individuos que ingresan a trabajar por la ventana, con el pituto, el compadre o el amigo.

Rodrigo dijo...

Lo más llamativo de este caso en particular, es que él haya decidido renunciar por sí mismo, sin presiones de ningún tipo...

Reca dijo...

Cómo que ninguna presión...
¡Si querían hacerlo trabajar...!

Don Pato dijo...

Con esa lo terminaron de hundir sicológicamente !!!

Rudolf Kastell dijo...

te recuerdo que ya hace años, habían algunas saetas por no copiarle el nombre al Flecha, en Mantos Blancos... Como el que perdió un Mando Final de camión.
Y por supuesto, cuántas veces hube de subir a Mantos, desde Antofagasta, porque no había quien hiciera ciertas "cosas", incluído reemplazar al secretario. Me trajiste gratos -y algunos ingratos recuerdos-.

CeciliaCastillo dijo...

Ahora que pude parar de reírme te aviso que el motivo de la renuncia de este ciudadano es que otro primo le consiguió un trabajo mejor: Se han escuchado versiones coincidentes acerca de su desempeño en Collahuasi....

Se non è vero, è ben trovato...

CeciliaCastillo dijo...

Bueno, todavía me estoy riendo...un siete para el narrador...

Tito dijo...

Hoy descubrí que sacaron el bloqueo en PC de la oficina (de los muchos que hay)que por muchos meses me impidió entrar al sitio.

Muy entretenido tu relato Rodrigo, es un placer leerlos.

Recordé algo parecido que había ocurrido en el banco en Antofagasta.

Era típico que antes de un traslado llegara la carpeta del funcionario trasladado, la cual era leída y comentada previo a la llegada de éste.
Sucedió en los meses posteriores al "11" que llegó un funcionario sorpresivamente a trabajar.
Poco hablaba de su oficina anterior, nadie preguntaba mucho tampoco, porque en esos tiempos no era aconsejable "hablar con desconocidos", había temor, había rabia y en unos pocos arrogancia y alegría.
Como el nuevo no sabía nada del trabajo, fue a dar a la sección Vale Vista, que en la práctica era confeccionar los vales vistas al público y entregarlos posteriormente, la sección más simple de un banco.
En la tarde se daban de baja contablemente los que se habían pagado y se guardaban en la caja fuerte los no retirados.
Pasado algún tiempo, en un balance de rutina de los vales vistas realizado por otro funcionario, informó muy preocupado al agente que faltaban tres documentos.
En los días siguiente el público reclamó la entrega de éstos y según la investigación habían sido pagados pero no estaban físicamente.
Se hizo el sumario respectivo que culminó con poner los antecedentes en la Policía de Investigaciones.
El funcionario "desconocido" sorpresivamente presentó su renuncia y no se supo más de él.
Todas las pistas apuntaron solo a una persona que había desaparecido del mapa.
Pasó el tiempo, quedó ya en el olvido el episodio hasta que un día, tocó pago de sueldos del ejército que se hacía en el regimiento.
Era normal en esa época que iban a buscar al cajero al banco por la tarde, para que con escolta militar fuera a pagar sueldos dentro del regimiento al personal.
El cajero instalado en un mesa, con la plata al lado atendía a los militares que hacían fila. Obvio que de repente pasaba alguien por delante y nadie decía nada. Era un alto oficial y el cajero, que cuidaba su trabajo e integridad, nunca iba decirle: por favor póngase a la fila (ni por broma).
Un día, en un pago de éstos, había en la fila un civil, con ropa normal y pelo más largo. Presentó su cheque y la tim (tarjeta de identificación militar) que lo identificaba. El cajero con el tiempo iba recordando algunas caras y ésta le llamó la atención sobremanera. Era un civil en un regimiento ¿quién era? pero su cara... hizo tiempo revisando las firmas, la serie, se acomodó en el asiento y eureka.
El cliente aquel era el funcionario que había robado los vales vista, aunque su tim tenía un nombre distinto.
Lo miró a la cara y éste inmutable le devolvió la mirada desafiante.
Era el mismo, no había duda.
Contó los billetes, cuidadosamente porque no quería que los nervios lo traicionaran. Trató de no mostrar emoción alguna.
Siguió con los siguientes hasta terminar su labor y ser conducido por la patrulla hasta el banco.
Apenas entró, llamó a los más amigos y les contó lo que había vivido, el "desconocido" era del ejército y había estado infiltrado en el banco. Por eso nunca lo encontraron y si lo encontraron no le hicieron ningún juicio y nunca devolvió la plata.
El agente cuando supo el revuelo que causó el cajero y conoció su relato le dijo frente a los demás: no nos conviene hablar de ésto a nadie.
Con la llegada a la democracia, todos los "olvidos" fueron recordados y dados a conocer a los nuevos funcionarios en forma detallada una y otra vez. Muchos antiguos compartían a su vez otras experiencias sucedidas en otras sucursales, la emoción, los recuerdos afloraban, también de funcionarios que habían sido despedidos por su militancias, otros encarcelados, se hablaba de la historia, de una historia desconocida que luchaba por ser conocida y ahora podía ser conocida por todos.