28 de febrero de 2012

Huckleberry Finn pasado por cedazo

Tal vez sea un poco difícil juzgar el problema desde un lugar donde dicho problema no existe, pero supongo que, como lectores, algo podemos opinar.
Las aventuras de Hucleberry Finn es una novela de Mark Twain universalmente conocida, pero que no ha estado libre de críticas.
Una edición (en inglés) se publicó el año pasado con la palabra nigger (negro), considerada muy ofensiva, reemplazada por slave (esclavo).
En los EE.UU. esta situación desató algunas controversias, los defensores de la eliminación de la "N-word" aducen que la nueva edición permite que el libro pueda ser leído en muchas escuelas en las que está actualmente eliminado de las listas de lectura, ganando así más lectores. Según dicen, mejora la situación de los profesores que se sentían incómodos con la palabrita.
La N-word (¡qué eufemismo más estúpido) es usada 219 veces en la novela y los detractores de la edición corregida opinan que la acción de reemplazarla solo puede ser calificada de lo que es, censura, así, sin eufemismos como correcciónmejora.
De todos modos ese tipo de censura es muy común en la literatura para los que leemos traducciones, lo que sucede es que si no se tiene acceso a la obra original con difilcultad nos daremos cuenta de que creemos leer liebre cuando en realidad nos están dando gato....
Claro que hay ocasiones en las que la censura de las palabras "inapropiadas" cae en el ridículo, como cuando reemplazan la traducción de la palabra merde o shit por la letra m. como si los lectores fuéramos estúpidos (o tal vez por temor a que se ensucie el libro).
Bueno, entonces quedamos en que los negros de la novela de Twain ya no son negros sino esclavos, y a nadie le importa que la palabra esclavo se aplique también a los negros libertos, que muchos creen que todos los negros eran esclavos, que todos los esclavos eran negros y que cualquiera tiene derecho a corregir y mejorar incluso las obras maestras de la literatura universal...

21 de febrero de 2012

Como el ajo...


Las muchachas dejaron
hace tiempo de usar trenzas,
eso lo sé,
cualquiera lo sabe.
Lucen su pelo en desorden,
desgreñado,
descuidado.
en franca enemistad
con el cepillo y la peineta.

Pero que los ajos,
los ajos,
hayan seguido ahora el mismo camino,
me parece terrible,
horrible,
inaceptable, imposible.
¿Quién vió nunca un ajo con sus hojas, fuera de una trenza?
Los cortaban, sí,
de las largas trenzas en que venían,
y apilados por las vendedoras,
lucían en pequeños montones de tres por esto
o quizá cinco por aquello.

Pero nunca,
jamás,
se vió -como ahora-
a los ajos desordenados,
con sus hojas mal amarradas en viles atados,
como si fuesen
una verdura cualquiera,
y sobre el suelo amontonados.

¿Cómo fue que llegamos a eso?

¿Se preguntó alguien un día:
por qué deben los ajos ir en trenzas?
¿Se dijo:
esto atenta contra los derechos de los ajos,
contra su libertad de ir sueltos por la vida?
¿Se alzó alguien en su defensa,
en contra de la absurda tradición de atarlos todos juntos,
en ordenada, armónica, práctica trenza?

¿O habrá sido -simplemente- la desidia de alguno,
que no quiso darse el trabajo de trenzar,
despreciando la ancestral costumbre
por comodidad?
¿Se dijo alguien:
por qué he de trenzar, por qué he de hacer lo que hicieron mi padre y mi abuelo?
¿Será rebeldía, flojera o simple desgano?
¿Será que otros siguieron el mal ejemplo, en el afán de "estar al día",
de seguir la moda,
de ser diferentes, de no seguir lo establecido?

¿Cómo dicen?
¿Que aún quedan?
¿Que en tal o cual lugar aún se hacen, aún están?
Oh, lo sé, estoy consciente de ello.
Tan consciente como estoy de que una vez empezada una costumbre nueva, las tradiciones se pierden,
las tradiciones pierden.
No pueden competir con la imperante -universalmente generalizada- ley del mínimo esfuerzo...

Lustros viendo trenzas de ajo,
y jamás,
nunca,
pensé -ni una sola vez, ni por un instante-,
en las manos que las tejieron,
en las personas que las hicieron.
Hasta hoy,
hasta la hora en que esas trenzas desaparecieron.


Tal vez alguien busque un trasfondo en esto,
o crea ver en ello una cierta analogía,
pero lo cierto es que yo lo escribí pensando,
solamente,
en que alguien me quitó las trenzas de ajo.
Me las quitó y se las llevó al olvido,
como tantas otras cosas que hubo y ya no hay,
tantas cosas que se fueron
sin que nos diéramos cuenta de ello,
sin que lo advirtiéramos.

¿Qué seguirá?

.
(imagen del trenzador de ajos, de http://www.portillo.es)

12 de febrero de 2012

Permitido fotografiar y filmar...

Donde sí se puede tomar fotografías (por favor, sin flash) y filmar, es en el Convento de los Dominicos.
Un hallazgo casual, de esos en que se te ocurre leer un papel pegado en una pared, en la calle, y te enteras que se puede visitar el convento, a módico precio, con o sin guía, y con la posibilidad de tomar fotos.


Una de las primeras cosas que llaman la atención son estos mosaicos españoles, los más antiguos que se conservan, y que tienen 400 años. Bastante imperfectos, si se miran con ojo crítico, pero hay que pensar en que se hicieron en 1606.


Hay dos lugares del convento que requieren -sí o sí- de un guía: La biblioteca, antiquísima como el convento mismo, y la torre del campanario.

Esta última requiere de guía porque los estultos (por decirlo de manera culta) nunca faltan, y además del riesgo de que alguien se caiga campanario abajo (es bastante antiguo), también están las campanas. Y créase o no, hay gente a la que "le pican los dedos" por hacerlas sonar. Tanto así, que uno que subió con nosotros, pese a que se les advirtió que no se debía hacer, pese a que yo mismo le dije directamente que no debía hacerlo, tocó una de ellas. El pobre guía, que venía subiendo al final de todos, estaba muy molesto. Obviamente, el responsable era él.
(Lamentable tener que reconocer que el émulo del jorobado era chileno...)

Por cierto, aunque la vista desde el campanario es espectacular, y se sabe que desde allí se avistaba el arribo de los barcos a El Callao, hay que ser joven para subir hasta arriba. Confieso que llegué gateando al último piso (como iba de último, no se notó. El guía era muy discreto).




Esta es una vista del patio del convento, desde el campanario. Se alcanza a ver además el río y algo de Lima.


En ésta, se aprecia la Catedral y el Palacio Arzobispal, que también visitamos.


Y aquí una vista de la torre, desde el patio del convento (en el segundo piso están las celdas, aún en uso)
Se aprecia el San Miguel Arcángel coronando el campanario. (click para agrandar la imagen)


Aunque este convento tiene también catacumbas, éstas no se han abierto ni recuperado, como ocurre con las de San Francisco. Sólo se pueden ver las escaleras de acceso, cerradas. 


Sin embargo, debajo del templo hay una parte que sí se mantiene en excelente estado y a las que se puede ingresar sin problemas. Lo malo es que la luz es mala, de modo que la mayoría de mis fotos, al ser sin flash, salieron mal.
Hay enterrados allí muchos personajes importantes, incluso Virreyes del Perú.



La biblioteca, que se me estaba olvidando -como ocurre con la de San Francisco- te deja con ganas de ver, tocar y curiosear. Se entiende que eso no se permita, obvio. Obras como este libro de 1652 no durarían mucho si cada visitante lo tocara, hojeara o le sacara un recuerdito...


Este gigantesco cantoral se usaba a la hora de las oraciones (yo que estuve en ésas, ya no me acuerdo cómo se les llamaba), para que todos los presentes pudieran cantar sin problemas. En el coro del templo, puede verse otro similar (foto siguiente).



La sillería del coro tiene un trabajo en madera que te deja callado un buen rato. Al menos, a los que apreciamos tales cosas. por cierto, todo permanece funcional, y es utilizado, cientos de años después de creado. La madera proviene de Panamá, pues era más barato traerla de allá que de la selva peruana. La falta de caminos limitaba demasiado el acceso.

El convento se precia -y te lo hacen saber- de ser los depositarios de los restos de los tres santos peruanos: Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres y San Juan Masías.



Santa Rosa es a quien se le da más importancia. Tiene su propio lugar bajo el convento, bastante amplio, donde yace su cuerpo. Y digo su cuerpo literalmente, porque por razones que no comprendo a cabalidad, a los tres santos los enterraron sin cabeza. las cabezas, por su parte, se encuentran en un altar dentro de la iglesia, expuestas a la vista, y donde son veneradas por los fieles. No dejan de verse algo macabras, sobre todo la de la santa. Hay mucha luz en contra, y no puede uno acercarse (o no debe), de modo que cuesta sacar una foto que sirva.







Y eso, por ahora.
.

9 de febrero de 2012

Los desconocidos de siempre

A veces uno se arrepiente de no haber sido mejor estudiante. Si hubiese prestado más atención en las clases de geografía podría entender mejor lo que sucede acá.
Porque aunque miro y remiro el mapa de Chile no logro entender como es que la sequía que tiene afligida a la zona del Maule puede afectar a la cosecha de hortalizas en el valle de Azapa. A lo mejor existe una comunicación subterránea y yo me la perdí por estar pajareando en clases. Claro, por eso ahora no entiendo la explicación que me dan en la Feria, que las lechugas están caras "por la sequía".
¿También es por la sequía en el Maule que las papas están a $600 el kilo y las uvas a $1000? ¡en febrero!
"Hay más cosas entre el cielo y la tierra, Horacio, que las que sospecha tu filosofía."
Si, parece que Hamlet sabía de la existencia de los especuladores, esos malditos desconocidos de siempre.