6 de octubre de 2021

Receta

La cosa comenzó con un malestar, pero después comenzó a doler. No vamos a decir que dolía mucho, sería exagerado, pero dolía, con tenaz insistencia. 

Cuando el analgésico no ayuda mucho, y comienza a escucharse eso de: "deja de quejarte, ya te dije que fueras al médico", ¿qué hace uno?, pues ir al médico.
El profesional examina, "respire, no respire". Luego pide una cantidad de exámenes, de sangre, de orina, de rayos, de eco-no-se-cuanto y de qué-se-yo.

Listos los resultados, se emite el diagnóstico y la correspondiente receta. 
La receta, como siempre, pareciera estar escrita en jeroglífico, solo pareciera, claro, pero al tratar de saber lo que dice, da lo mismo si está en sánscrito.

Tomar la receta y partir a la farmacia es el siguiente paso. En la primera, después de esperar el turno, la señorita me recibe la receta y vuelve con cara de circunstancias. "Vale 68 mil 490, pero en la caja vienen 30 y como es dos veces al día, necesita dos cajas al mes, y aquí dice por seis meses".
No necesito calculadora para saber cuánto es el total. 
Golpeado alevosamente por el total resultante, todavía puedo preguntar: "¿ y un alternativo"?
"Está agotado", me responde la amable señorita...
El artero golpe me ha dejado una conmoción cerebral, pero doy las gracias y me retiro, frente en alto, "que nadie sepa mi sufrir", como dice la canción.

Luego viene el peregrinaje de un establecimiento en otro, lo que resulta ser un via crucis farmacéutico. "Vale 72 mil, el alternativo 67 mil", "Está agotado", "No trabajamos ese medicamento" (¿"no trabajamos"?), "con la tarjeta (que no tengo) le queda en 58 mil"...

Nada que hacer, hay que pensar en otras opciones. Una podría ser el hacerme devoto de San Angaricio de Trebisonda. Me dijo una señora que aplicarse la estampita en la zona afectada, mientras se rezan tres Avemarías y una Salve, es milagroso (me recalcó que siempre que se haga con fe, eso sí).

Ya se complicó mucho el asunto, el cielo está muy alto y el billete está muy lejos, creo que lo voy a dejar ahí no más. Si pensándolo bien, al final no era tanto lo que me dolía tampoco...