30 de marzo de 2014

Gatos literarios



veces aparecen en la literatura, con mayor o menor protagonismo, algunos personajes que pertenecen al reino animal. Los gatos, por ejemplo, aparecen en cierto número de cuentos o novelas y se hicieron famosos.
Sabemos que los gatos adquirieron, por alguna estúpida razón, mala fama durante la edad media, pero a pesar de eso se han hecho querer debido a sus muy especiales características, se les considera sigilosos y astutos y se les atribuye una cierta habilidad para sobrevivir (con siete vidas) pero son sensibles al cariño. Hay quienes afirman que los gatos tienen sentido del humor.
En los personajes de la literatura aparece reflejada su felina condición.

El primero es el Señor Gato, que aparece en el cuento de Perrault El gato con botas. No es muy bien tratado, se le reprocha su evidente inmoralidad  (no saben que los gatos son amorales), puesto que todo lo consigue a través del engaño, con una bolsa y un par de botas.

El gato, que escuchaba estas palabras, pero se hacía el desentendido, le dijo en tono serio y pausado:
—No debéis afligiros, mi señor, no tenéis más que proporcionarme una bolsa y un par de botas para andar por entre los matorrales, y veréis que vuestra herencia no es tan pobre como pensáis.

(Charles Perrault, El gato con botas)




La cuestión es que el gato se sale con la suya, sobrevive y lleva a su amo a una mejora sustancial de su condición de vida.

Aunque en versiones corregidas del cuento el gato persuade a los campesinos con promesas de liberación, para que declaren que trabajan para el Marqués de Carabás, en el cuento original los amenaza, algo reprobable, que no se debe enseñar a los niños, dicen.

 —Buenos segadores, si no decís al rey que el  prado que estáis segando es del marqués de Carabás, os haré picadillo. (Ibid)

La cuestión es que el gato se sale con la suya, sobrevive y lleva a su amo a una mejora sustancial en su condición de vida (y a la vez la suya)..

En el libro Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, se destaca un personaje muy interesante, el Gato de Cheshire. Alicia llega a un lugar en que todo funciona de una manera ilógica. El gato le dice a Alicia que todos allí, incuído él, están locos, pero al parecer el gato no pertenece realmente al país de las maravillas, da la impresión de que lo observa desde arriba, puesto que es el único que conversa con Alicia en un plano que parece racional.

--Oh, eso no lo puedes evitar --repuso el Gato--. Aquí todos estamos locos. 
Yo estoy loco. Tú estás loca.
--¿Cómo sabes que yo estoy loca? --preguntó Alicia.
--Tienes que estarlo --afirmó el Gato--, o no habrías venido aquí.
(Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas)

De todos modos, el Gato de Cheshire muestra uno de los rasgos gatunos, es despreciativo con lo que no le gusta y así lo hace saber, sin vacilar.

--Es un amigo mío... un Gato de Cheshire --dijo Alicia--. Permita que se lo presente.
--No me gusta ni pizca su aspecto --aseguró el Rey--. Sin embargo, puede besar mi mano si así lo desea.
--Prefiero no hacerlo --confesó el Gato. (Ibid)

        Koroviev y Behemot.
Otro gato, pero algo diferente es Popota (Begemot) un gato negro que pertenece al séquito de Woland en la novela de Mijail Bulgakov El maestro y Margarita. Este sí que es un gato que responde a la imagen oscura, la medieval, la del animal que sirve al demonio de la mitología cristiana.

Había un tercero en el grupo: un gato surgido de no se sabe dónde. El gato era enorme, grande como un cerdo, negro como el hollín o como un grajo, y con un bigote desafiante como el de los militares de caballería. Los tres se dirigían hacia la calle y el gato andaba sobre las patas traseras.
(Mijail Bulgakov, El maestro y Margarita)

Popota es bastante sarcástico y se burla de todos, pero en la jerarquía del séquito está en el último lugar, no es muy respetado, ante una de sus bromas pesadas Margarita lo amenaza y el gato se da por enterado de la reprimenda y ya no la vuelve a molestar.

Margarita (y Popota)
—Majestad —rechinó de pronto el gato desde abajo—, permítame que le haga una pregunta: ¿qué tiene que ver el dueño del café? ¡Él no ahogó en el bosque a ningún niño!
Sin dejar de sonreír y de saludar con la mano derecha Margarita agarró la oreja de Popota con la mano izquierda, clavándole sus uñas afiladas. Susurró:
—Granuja, si te permites otra vez intervenir en la conversación...
(Ibid)

Por ahí hay una referencia al cuento de Perrault.

—Los gatos no usan pantalones, messere —respondió muy digno el gato—. ¿No querrá que me ponga botas? El gato con botas existe sólo en los cuentos, messere. (Ibid)


Hay un libro que fue escrito para niños, muy famoso y conocido en Holanda (el país natal de la autora) y también en Europa. Se trata de Minoes (de Annie M.G. Schmidt), la historia de una gata que, debido a un accidente con un producto químico, adquiere la forma humana y como tal debe adaptarse a su nueva vida con Tibbe, un tímido periodista que la acoge en su casa.
Minoes trepada a un árbol
Aunque tiene forma humana Minoes sigue sintiéndose gata, como lo demuestra su reacción a la vista de un perro.

--Ven, baja --dijo Tibbe.
--No puedo, es demasiado alto --respondió Minoes-- subí demasiado.
--No temas, que yo te ayudaré --la tranquilizó Tibbe.
--Lo siento, pero cada vez que veo un perro me subo a un árbol --repuso Minoes,

(Annie M.G. Schmidt, Minoes)

También prefiere los alimentos que se supone típicos de los gatos, como el pescado.

--Se terminó el pescado --repuso Tibbe-- pero te puedo hacer un sandwich. --¿Uno de sardinas?, --dijo con entusiasmo Minoes-- ¡sí, gracias! (Ibid)

La historia es simpática y fue llevada al cine con gran éxito en Los Países Bajos y en Alemania.

En la ciencia ficción aparecen también los gatos, Robert A. Heinlein les da protagonismo en sus novelas El gato que atraviesa las paredesPuerta al verano. En esta última el protagonista tiene como compañero a su gato, llamado Petronio el árbitro, cuya importancia en su vida destaca en las primeras líneas.

Es decir hasta hace poco. Ahora estaba retirado, tanto si me gustaba como sino (no me gustaba): en vez de estar en mi luna de miel me encontraba en un bar de segunda clase; en vez de mujer tenía un gato con muchas cicatrices y un gusto morboso por la ginger ale;
(Robert. A. Heinlein, Puerta al verano)

Acompaña a Dan, el protagonista, a todo lugar a que va, viajando en un maletín de mano. Como normalmente no se aceptan mascotas en los restaurantes, Dan y Pet van a los locales que sirven en el automóvil.
Así que buscamos restaurante, pedí pollo asado para mí y un bistec ruso y un poco de leche para Pet, al que saqué a dar una vuelta mientras preparaban la comida. Pet y yo comíamos a menudo en los drive-ins porque así no tenía que meterlo de contrabando. (Ibid)


Seguramente hay más gatos por ahí, pero he puesto aquí los que conozco y creo que, de todas maneras, son buenos representantes de los domésticos felinos.