Me ha costado mucho asumir que de las vacaciones memorables que vivimos durante febrero finalmente sólo queda eso, la memoria, que comienza a diluirse con el paso de los días y reconozcámoslo, también por el paso de los años que llevamos a cuestas.
Por ello se hace necesario el ejercicio de escribir, para evitar ir olvidando aquellos momentos que nos emocionan y de paso compartirlos con aquellos que nos rodean, que nos quieren, que nos escuchan y nos leen.
Hacía como ocho años que no salíamos a veranear los cuatro juntos, o sea toda la familia unida. Los hijos ya están en una edad en que les parece fome salir con “los viejos” pero este verano de 2009 se “dieron las cosas” como acostumbran a informarnos nuestros futbolistas, mejor dicho hubo una conjunción de los planetas para que David y Valentina graciosamente nos regalaran con su compañía. Así partimos rumbo a la región de mis antepasados, esperanzados por llegar cuanto antes a las playas serenenses, nuestras playas de toda la vida, donde nuestros hijos desde pequeños se han bañado y retozado con alegría y seguridad.
Un agrado fue compartir con los Boniche y mis hermanas Carmen Gloria y Viviana que se encontraban allí por esos días. Esa fritanga de pescado en el patio orquestada por mi primita Claudia resultó un verdadero éxito y por supuesto en la sobremesa fuimos inmortalizados fotográficamente junto al “joven” Hernán, la tía Cónsul y la tía Adria.
Mis hermanitas querían ir a conocer la playa de Totoralillo y hacia allá partimos. A pesar de lo congestionado del tránsito en la entrada y salida pasamos un bonita tarde en medio del mar humano que había.
Con doña Flor y mis hermanitas en Totoralillo
Por la noche a las Acuñitas se les ocurrió que fuéramos a esas ferias playeras de la Avenida del mar con el propósito largamente cateteado por la decana Carmen Gloria de que nos tomáramos aquellas fotos de damas y caballeros antiguos. Como si no fuéramos lo suficientemente antiguos nos “antiguamos” mucho más y a pesar de mi renuencia, de las fintas y verónicas que me mandé no logré zafar y ya ustedes podrán ver por mi gesto adusto que no estaba particularmente cómodo en esa situación. Pero al final debo reconocer que fue una bonita anécdota y me alegró de sobremanera al ver tan felices y contentas a mis hermanitas con las que tan poco comparto.
La infaltable visita a la tía Alicia para enterarnos de las novedades de esa parte de la familia, saber de Diego, hijo de Cristina y de Belén la hija de Yania. Allí nos enteramos que la Belencita está esperando un bebecito, un biznieto para la tía Alicia que de repente se pone triste al hablarnos del tío Lucho. Estando en esa casa se me vienen tantos recuerdos y momentos que viví junto al Lucho, mi “tío amigo” como a él le gustaba decir sobre nuestro cariño y cercanía.
No pude resistir el impulso de continuar la tradición que seguía con el Lucho cuando visitaba aquella casa y repetí lo de siempre, ir hacia el patio trasero a visitar el jardín, que en aquella época rebosaba de plantas bien cuidadas, lleno de plantas aromáticas, de frutales y experimentos de injertos. Al fondo del patio aún sobrevive la higuera de higos blancos donde el tío se encaramaba para ofrecerme esos frutos jugosos que tanto me gustan hasta el día de hoy, resabios de la infancia en Carén supongo. Claro que me traje algunos de esos higos a Santiago y hoy se encuentran macerando en aguardiente junto a otros frutos de la región.
La visita al cementerio al parecer se irá transformando en una tradición, hasta que me toque visitarlo en forma permanente y definitiva. A pesar que soy reacio a honrar a mis cercanos en el lugar donde están sus restos mortales – pienso que hay maneras mejores – ya no podré dejar de ir al lugar donde están sus huesos para cumplir una tarea que me he impuesto, la cual es renovar la pintura de la placa de mármol que se va deteriorando con el tiempo.
También gozamos de la playa con los hijos y con la familia de una hermana de Flor que llegó a pasar unos días de vacaciones. Cumplimos con la rutina de ir a La Recova, le hicimos honores al Memorial de los Detenidos Desaparecidos en La Serena para después ir hacia el Valle de Elqui, pasando por el Embalse Puclaro, probando ese ácido fruto llamado Copao y llegando finalmente a Pisco Elqui, sin olvidar pasar antes a la Plaza de Vicuña para tomar helados artesanales, donde tomé uno de canela por supuesto.
El regreso fue de paradas para proveerse de productos del valle como higos, pasas y papayas naturales muy a pesar de los hijos que nos urgían para llegar pronto a la playa antes que el sol nos abandonara por el horizonte.
Traté de hacer la mayor cantidad de cosas posibles, pero siempre hay algunas para las cuales inevitablemente no nos alcanza el tiempo, como por ejemplo visitar a la prima Kena, que según entiendo está viviendo en Tierras Blancas y también realizar una escapada a Carén para lo cual no encontré el suficiente quórum entre mi gente.
Espero cumplir con esos deseos y otros más para la próxima visita.
Estoy contento por haber podido reunir a la tía Adriana en casa de la tía Consuelo para que me hablaran de tiempos remotos y especialmente del abuelo Juan Elías Castillo, el cual espero homenajearlo más adelante.
Fue una grata conversación en la cual me fui enterando de aspectos de su vida desconocidos para mí, de sus historias, de sus dichos que iré de a poco compartiendo con ustedes ya que tomé notas y grabé parte de los que conversaban las tías sobre aquellos años. Mas el tiempo se pasó volando y tuvimos que parar hasta la próxima vez cuando podamos retomar esa entretenida charla.
3 comentarios:
Buena primo,los mejores recuerdos estan en La Serena,bonitas fotos,y sobre todo ,el recuerdo del Tio Lucho,al que quise mucho y tuve la suerte de compartir con el ,por encontrarme en esta ciudad.
Muy instructivo el recorrido.
Hace poco fui a Iquique y en una vitrina del Mall de Iquique está una foto donde sale el Recaredo con su esposa Ruby, él vestido con el uniforme de la guerra del Pacífico. Entiendo que esa foto data de unos 4 años pero sale tan bien que quedó de modelo. Tal vez podrían subirla al blog.
Yo también tengo muchos recuerdos de mi tierra natal, de las tías y del ya mentado jardín del tío Lucho a quien identifico, además de sus hermosas rosas, con la guitarra y la armónica.
Yo también estoy muy alejado de los cementerios, no me agradan mucho esas visitas ya que por mis creencias esos parientes están vivos espiritualmente.
Ojalá puedas publicas algunas de las "memorias" de las tías
Por último, qué bueno aunque sea por fotos ir conociendo los primos en segundo grado.
Creo que esta entrada en el Blog constituye todo un documento, buen relato, buenas fotografías. Te doy las gracias, querido primo, por compartir con todos nosotros tu experiencia (ese viaje es algo que yo quisiera hacer, pero que aún no he podido concretar).
Pero hay algo que me cuesta asimilar, y es que esas dignas señoras sean mis primas ¿cómo es eso?, ¿y son abuelas?, no puedo creer que esas niñas sean abuelas, es que la imagen que de ellas tengo es la de hace 40 años. Se me olvida que si me miro al espejo veré que mi cabeza está empeñada en convertirse en frente y que, en el poco pelo que me queda, ha nevado hace rato. Bueno, antes de que me dé un ataque de nostalgia y aparezca una furtiva lágrima, saludos a todos, y que estén bien.
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