Leí una vez que un viaje al extranjero es una experiencia provechosa y muy educativa. Estoy seguro que el escritor inglés que dijo tal cosa tenía en vista algo distinto, pero decidí hacerle caso y rumbeando al norte me dí una vuelta por Tacna, que es el límite mismo de mi radio de acción (1). Por supuesto que aunque aún no dejo de criar hijos, además estoy criando nietos, así es que el viaje se realizó con el pasaje completo.
Haciendo caso omiso de las advertencias acerca de viajar en auto particular, decidimos tomar el riesgo. No fue tal, no tuvimos problemas, claro que la principal razón es que el auto lo dejamos en el hotel y nos movilizamos a pie o en taxi. ¿Razón?, no fue el temor a la policía (que fue con lo que nos asustaron) sino por el digamos desenvuelto estilo de conducir de los tacneños. Pero para pasear por los alrededores resultó muy cómodo. No hay buenas indicaciones me dijeron, claro, como si aquí hubiera muchas (2).
El centro de Tacna, como saben los que han ido, da la impresión que la mitad de la población está formada por oculistas y la otra mitad por dentistas, pero por lo demás es entretenido. Galerías comerciales para todos los gustos, también es increíble la cantidad de librerías que hay, practicamente me obligaron a traer algunos libros.
Hay cosas extrañas, como la ausencia de perros callejeros, eso llega a causar auténtica envidia, pero por la ley de las compensaciones a falta de ladridos están los bocinazos, los tacneños son expertos en tocar la bocina.
Como de pasear se trataba y no solo visitar las innumerables galerías comerciales, recorrimos el valle hasta llegar a Aguas Calientes, donde nos sumergimos en unas tibias aguas (3). Para comer, ni un problema, bueno y barato, salvo que se descubre rapidamente que lo que llaman plato para una persona puede alimentar a tres.
Cualquier Restaurant Campestre, por humilde que sea, ofrece piscina, gran invento para que los pergenios dejen almorzar tranquilos a los adultos, invaluable.
En suma, un agradable viaje. El tiempo que gastamos en los controles fronterizos, casi dos horas y media a la ida, hizo que pensara seriamente en devolverme (4), pero al regreso no fueron más de quince minutos y eso fue hasta grato. Hay que averiguar bien cuales son las horas punta, puesto que llegan a ser entre 6 y 9 mil personas las que pasan diariamente. Encontré increíble que a pesar de ese flujo de personas el personal atiende bien.
(1) Es la distancia máxima a la que puede llegar una persona, para desde ese punto tener, todavía, el dinero necesario para darse la vuelta y volver al punto de partida, sin consumir las reservas (que ya se han consumido antes).
(2) Recuerdo que una vez crucé tres veces la misma línea del tren tratando de salir de Antofagasta...
(3) Tibias tenían que ser, de otro modo no me meto.
(4) Dos horas veinticinco, faltaron cinco minutos para el plazo fatal que puse, estoy demasiado viejo para eso.