No recuerdo donde había ido, pero la idea era que me juntara con la familia en el parque Pedro de Valdivia, en la tarde. Tendría unos 9 o 10 años.
Cuando llegué no estaban, pero encontré unos amigos y me puse a jugar y se pasó la hora. Uno de ellos me dijo, oye ¿no es tarde ya? No, es que debo esperar a mi familia y seguimos jugando.
Pasó el tiempo y ellos dijeron que ya debían volver a sus casas y regresé a la mía.
Cuando llegué, me abrió el Requi y alterado me preguntó dónde estaba, y gritó que yo había llegado, y vi caras de angustia en todos y me retaron mucho.
Ellos decidieron no ir al parque pero yo debía suponer que si no estaban debía haberme regresado de inmediato.
Nunca los había visto tan preocupados por mí y en ese minuto no dimensioné lo que ellos habían pasado.
Con los años entendí que estuve fuera varias horas sin que supieran qué me había pasado ni dónde estaba.
1 comentario:
Así es, con frecuencia sucede que no es que la criatura esté perdida, es la criatura la que se le pierde a los padres. También los padres se pierden.
Aviso por los parlantes del supermercado:
"Atención, se busca a un niño de 4 años, vestido con bluejeans azules y polera blanca"
Y el niño piensa: "Otra vez se perdió mi mamá..."
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