27 de junio de 2016

Un pedazo de plancha a carbón.

 Pocos lugares me han impresionado de tal manera. En pocos lugares me sentido tan sobrecogido, tan impactado, como en los terrenos hoy despoblados y yermos, de lo que fuesen antaño aquellas minas abandonadas. No soy hombre que pueda verlas cosas como sólo algo material.
No, para mí, las cosas van más allá, bastante más allá que eso.



Por eso, no puedo yo mirar una botella quebrada, un trozo de plato,una herradura gastada, o un trozo de plancha a carbón, y pensar en ellos como tales cosas, o sólo en lo que esas piezas fueron.
No, para mí, un trozo de plancha a carbón no me hace pensar en cómo eran, en otros tiempos ya idos, tales artefactos; mucho menos me permite verlo como algo ya inservible, una pieza de basura, ni aún como un simple retazo de historia.



Ese trozo de plancha, la quebrada botella, la herradura gastada clavada a su pezuña, o la mitad de un plato de cerámica, me hacen pensar en las personas que los hicieron, que los usaron, para quienes eran -tal vez, quién sabe- la última herradura que le puso a un buey, el plato en que servía a su marido, la plancha con que trabajaba o la botella con que ahogó una pena mayor.



Cuando ves ese lugar frío, inhóspito, desolado, cuando sientes en tu cara la gélida caricia del viento, cuando encuentras en medio de esos restos un zapato viejo, curtido y retorcido por el sol, pero todavía rojo, todavía con las correas que a un tobillo de muchacha lo ciñeron, y te das cuenta que aún tiene el pié dentro, no puedes, simplemente no puedes, verlo como sólo algo de otro tiempo.

Al menos yo, no puedo.

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25 de junio de 2016

Platillos voladores

El 24 de junio de 1947, el aviador estadounidense Kenneth Arnold informó haber avistado 9 objetos voladores, brillantes, y con una forma similar a un disco o un plato. Los objetos volaban en formación escalonada y a una velocidad que él estimó en por lo menos 1.900 km/h.
Algunos periodistas tomaron las palabras de Arnold y bautizaron los objetos con el nombre de "Flying saucers" (Platos o Platillos voladores) y otros utilizaron "Discos voladores". De ahí en adelante los platillos voladores pasaron a formar parte de la cultura popular y como consecuencia los avistamientos aumentaron en forma considerable, lo que llevó a las agencias gubernamentales de los EE.UU. a investigar el tema, cuyos resultados se registraron en los proyectos SignGrudge y Blue Book.
Después de terminado el Proyecto Blue Book en los '70, los avistamientos de platillos voladores comenzaron a declinar, siendo reemplazados por otras formas, como triángulos y cilindros, mayoritariamente.

Posteriormente el nombre de platillos voladores dejó de usarse para convertirse en OVNI (Objeto Volador No Identificado), pero los platillos voladores ya habían penetrado profundamente en la cultura debido principalmente a la literatura y a los comics de ciencia ficción.

En los comics que tenían como tema la ciencia ficción barata, los platillos eran los vehículos más utilizados por los invasores extraterrestres que buscaban dominar la Tierra, para ser finalmente derrotados irremediablemente.

Los platillos voladores de
la Atlántida
En una de sus aventuras, Blake y Mortimer llegan a la Atlántida y descubren que los platillos voladores son uno de los avances tecnológicos de los atlantes, que, viviendo en un mundo sumergido, acceden a la superficie de la Tierra y sobrevuelan la atmósfera en esos artefactos. El atlante Ícaro explica a Blake y Mortimer las propiedades del oricalco:

...Para nosotros es ahora una inagotable fuente de energía. Así movemos los ingenios que nos permiten explorar los espacios interplanetarios y, sobre todo, vigilar las actividades del hombre. Esos ingenios que ustedes llaman ¡Platillos Volantes!
(Blake & Mortimer, El enigma de la Atlántida)

El más ridículo de los platillos voladores
el de El día en que la Tierra se detuvo.


El cine se hizo cargo también de los platillos voladores, los que aparecen en varias películas de esas baratas y no demasiado buenas, como El día en que la Tierra se detuvo (1951)El platillo volador (1950), Plan 9 del Espacio Exterior (1959) y La Tierra contra los Platillos Voladores (1956). También algunas series de televisión tuvieron sus "platos", como la famosa Los Invasores (1967).

La nave en que llegaban los invasores


Curiosamente en la serie Perdidos en el Espacio (1965), la familia Robinson, que es terrestre, utiliza una nave espacial en forma de disco.
Películas más modernas han utilizado también los platillos voladores, Mars Attack (1996), por ejemplo, o El Día de la Independencia (1996), en la que los atacantes utilizan una nave espacial que no es otra cosa que un platillo volador de proporciones gigantescas.

La nave de El día de la Independencia
Mars Attack









En la literatura de ciencia ficción se encuentran numerosas referencias, como por ejemplo en la novela Los amos de las marionetas, de Robert Heinlein, en la que los invasores provenientes de Titán llegan en platillos voladores que logran aterrizar en diferentes puntos del planeta con fines de conquista.

Versión italiana de
Los amos de las marionetas
Pero el platillo de Pass Christian fue visto cuando aterrizaba. El crucero sumergible de las Naciones Unidas Robert Fulton, patrullando la zona roja después de partir de su base en Mobile, se hallaba a dieciséis kilómetros río adentro, a la altura de Gulfport, con sólo sus receptores emergiendo, cuando aterrizó el platillo. La nave espacial apareció en la pantalla del crucero cuando su velocidad descendió de la que empleaba en el espacio interplanetario (alrededor de ochenta y cinco kilómetros por segundo según la estación espacial) a una velocidad susceptible de ser registrada por el radar del crucero.
(Robert Heinlein, Los amos de las marionetas)

En la novela Planeta Errante, de Fritz Leiber, también los invasores llegan en platillos voladores, extraterrestres de una raza de forma claramente felina pero muy avanzada tecnologicamente.


El ser verde y violeta se metió de un solo movimiento en el platillo detrás de Paul y la gata.
Luego, sin transición visible, el platillo estaba a centenares de metros sobre sus cabezas, no más grande que la Luna, con la portilla convertida en un gran punto pálido.
Margo se metió la pistola dentro de la chaqueta. El viento que venía de tierra se calmó. El punto parpadeó y el platillo desapareció de la vista.
Entonces todos, cogidos de la mano, se esforzaron por avanzar hacia la playa con el agua hasta las rodillas que los absorbía mar adentro.
(Fritz Leiber, Planeta Errante)

Platillo volador nazi

Es interesante también como la mitología moderna ha ideado unos platillos voladores que forman parte del arsenal secreto de la Alemania Nazi, los que volaban desde bases ocultas, posiblemente en la Antártica, después de terminada la guerra.



Como sea, los platillos voladores, aunque actualmente muy desacreditados y desplazados de los avistamientos de OVNIS (que se siguen observando), siempre están presentes en la cultura popular, para algunos como objeto de broma o para otros como religión, pero para los que leíamos insaciablemente lo que fuera de ciencia ficción, son un recuerdo imborrable.

23 de junio de 2016

La máquina de escribir


Se sabe que en 1575 un impresor llamado Francesco Rampazzetto inventó una máquina que imprimía letras en un papel. Mientras avanzaba el tiempo se vio que era necesaria una máquina que facilitara la escritura y numerosos inventores se dedicaron a la búsqueda de una solución. Así, durante el siglo XIX fueron desarrolladas diversas máquinas en la que diversos inventores pusieron su mayor empeño. Algunos con un propósito distinto, Agostino Fantoni inventó una máquina en 1802, para su hermana ciega pudiera escribir. 

Pero fue el 23 de junio de 1868 que Christopher Latham Sholes obtuvo la patente para una máquina a la que llamó typewriter, desarrollada en conjunto con Samuel Soule y Carlos Glidden.
Aunque esta máquina era solo una más entre docenas de otras similares, esta nueva máquina fue la primera en ser producida comercialmente. Además, la máquina incorporaba el teclado con la distribución que se llamaría querty, por el orden en que estaban dispuestas las primeras cinco teclas en el lado superior izquierdo.

––Es muy curioso ––comentó Holmes–– que una máquina de escribir tenga tanta individualidad como lo que se escribe a mano. A menos que sean completamente nuevas, no hay dos máquinas que escriban igual. Algunas letras se gastan más que otras, y algunas se gastan sólo por un lado. Por ejemplo, señor Windibank, como puede ver en esta nota suya, la «e» siempre queda borrosa y hay un pequeño defecto en el rabillo de la «r». Existen otras catorce características, pero éstas son las más evidentes.(Arthur Conan Doyle, Las aventuras de Sherlock Holmes


De ahí en adelante comenzaron a evolucionar incorporando más detalles, como la cinta bicolor. Luego apareció la tecla llamada shift, que permitía que una misma tecla imprimiera dos letras diferentes, disminuyendo así el número de teclas necesarias.
Levanté la pesada máquina de escribir de su escritorio y la llevé por el pasillo. Dos muchachas en paños menores estaban saliendo del camarín y, al verme, la más alta dijo a través de la puerta, 'cuiden sus bolsillos muchachas, que ha regresado,' y su amiga le dijo: 'Tiene que ser un periodista,' y riéndo bajaron por las escaleras. (Len Deighton, El archivo Ipcress)



La electrificación vino después, y entre 1914 y 1923 se desarrollaron las máquinas eléctricas, que aliviaban el esfuerzo de que debían realizar los operadores (operadoras)
Finalmente aparecieron las máquinas electrónicas, con pantalla, capacidad de almacenar textos completos y posibilidad de corrección.
De modo que ahora lo que llevaba con él eran sus dos maletas y su máquina de escribir portátil; la máquina era para escribir cartas pidiendo trabajo. Probablemente tendría que escribir muchas, pensó sombrío. Incluso en Long Beach la situación iba a ser difícil. En Hollywood habría sido imposible. (Fredric Brown, Marciano vete a casa)

Este fue el último desarrollo antes de que la máquina de escribir cediera ante la presión irresistible de los computadores con procesador de texto y conectadas a una impresora.
—No solemos dar certificados —contestó el gato, frunciendo el entrecejo—, pero bueno, siendo para usted, haremos una excepción. Nikolái Ivánovich no tuvo tiempo de reaccionar, antes de que la desnuda Guela se sentara a una máquina de escribir y el gato le dictara. —Se certifica que el portador de la presente, Nikolái Ivánovich, ha pasado la mencionada noche en el baile de Satanás, siendo solicitados sus servicios en calidad de medio de transporte... Guela, pon entre paréntesis: «cerdo». Firma: Hipopótamo. (Mijail Bulgakov, El maestro y Margarita)

Curiosamente, cuando la compañía Remington comenzó a comercializar las máquinas de escribir, asumía que no se usarían para componer un texto, sino para transcribir dictados, y que la persona que la usaría debía ser una mujer.
Ha pasado el tiempo y las nuevas tecnologías desplazaron a las máquinas de escribir, pero hay un detalle que no carece de importancia, el teclado sigue siendo QWERTY…
Otro acontecimiento extraordinario durante mi estancia en el ejército fue que logré escribir un relato. Durante el entrenamiento básico, convencí al bibliotecario para que me encerrara en la biblioteca cuando iba a almorzar y me dejara usar la máquina de escribir. Al cabo de varias sesiones, había terminado un relato de robots que envié a Campbell. Se llamaba Evidence y se publicó en el número de septiembre de 1946 a ASF. (Isaac Asimov, Memorias)




21 de junio de 2016

Sólo el 0,05%.

Felicidad. ¿Qué es la felicidad? Medio mundo la busca y la otra mitad espera que le caiga algún día del cielo. Pero, ¿qué es?  

Según el diccionario de la RAE, felicidad es un "Estado de grata satisfacción espiritual y física."

Muchos millones de personas piensan que la felicidad es tener dinero, o que tener dinero necesariamente les traerá -como obligada consecuencia- la felicidad. Y, cuando alguien pretende decirles que no es así, que ni el dinero ni el poder que éste puede comprar implican por sí mismos el alcanzar ese estado de ánimo, se niegan a creerlo y aún se molestan.

Ahora, si lo pensamos objetivamente, ¿cuántos días de nuestra vida nos hemos sentido felices, completamente felices?
¿una docena, tres, ninguno?

Bien, he aquí que un hombre rico, más allá de lo que podía esperarse en su tiempo, y poderoso, uno de los más poderosos de su era, que gobernó un país rico y próspero nada menos que durante 50 años, nos escribe, antes de morir a la tierna edad de 70, sobre la obtención de la felicidad:

"He reinado más de cincuenta años, en victoria y paz. Amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados. Riquezas y honores, poder y placeres, aguardaron mi llamada para acudir de inmediato. No existe terrena bendición que me haya sido esquiva. En esta situación he anotado diligentemente los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado: Suman catorce. Hombre, no cifres tus anhelos en el mundo terreno".


Interesante. Creo que siendo como ha sido mi vida, en los años que llevo, me he sentido pura y auténticamente feliz, no menos de 14 días. Y eso incluye tanto el tiempo en que tuve ciertos medios materiales, como aquellos en que tuve tanto como un simple ratón.

El autor del texto es Abd ar-Rahman ibn Muhammadnota 1 (عبد الرحمن بن محمد), más conocido como Abderramán o Abd al-Rahman III, octavo emir independiente (912-929) y primer califa omeya de Córdoba (929-961), con el sobrenombre de al-Nāṣir li-dīn Allah ( الناصر لدين الله) "aquél que hace triunfar la religión de Alá".


 El califa Abderramán vivió setenta años y reinó cincuenta. Fundó la ciudad palatina de Medina Azahara, cuya fastuosidad aún es proverbial, y condujo al emirato cordobés al esplendor califal. Bajo su mandato, Córdoba se convirtió en un verdadero faro de la civilización y la cultura, tal que la abadesa germana Hroswitha de Gandersheim le llamó «Ornamento del Mundo» y «Perla de Occidente». Y sin embargo, de los 25.550 días de su vida, fué feliz nada más 14, un mísero 0,05%.

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20 de junio de 2016

Amazonas

En equitación, « monter en amazone » significa que el jinete cabalga con ambas piernas de un mismo lado del caballo. Durante siglos esta ha sido la única manera “decente” en que una mujer podía montar a caballo. Puesto que las faldas largas dificultaban de cualquier manera el que una mujer montara, se desarrolló una silla especial que permitiera manejar el caballo, aun teniendo ambas piernas del mismo lado. Se atribuye a Catalina de Medicis el diseño que mejoró la silla.


Lord Goring. - ¡Qué fastidio! No encuentro con quién hablar en esta casa. Y estoy repleto de informaciones de interés. Me siento como si fuese la última edición de tal o cual órgano. 
James. - Sir Robert está aún en el Foreign Office, milord.
Lord Goring. - ¿Lady Chiltern no ha bajado todavía ?
James. - Su Señoría no ha salido aún de su habitación. Miss Mabel acaba de volver de un paseo a caballo.
Lord Goring. -  ¡Ah! Eso, ya es algo.
(Oscar Wilde, El marido ideal)







Debería haber comenzado por describir la comitiva. Don José Miguel no era el único de poncho, o mejor dicho, muy pocos iban sin él, aunque algunos de los jóvenes lo llevaban alrededor de la cintura en vez de cubrir con él sus hombros. Casi todos usaban monturas chilenas, con un gran número de alfombras y pieles, Las señoras montaban sillas inglesas. La generalidad de ellas vestia casacas de color, largos vestidos blancos y sombreros adornados con flores; dos llevaban pequeños sombreros de teatro con plumas y ricos vestidos de seda: solo mi criada y yo teniamos sencillas y serias amazonas.
(Maria Graham, Diario de su residencia en Chile)








Con este incidente hubo un cambio en la posición de cada jinete, y ora fuese efecto de la casualidad, ora de un movimiento intencional, Leonor se encontró de repente al lado de Rivas; y Matilde, que trataba de contener los movimientos de su caballo, oyó a su lado la voz de San Luis que la saludaba.
-Aquí estamos mal -dijo Leonor a Martín-. ¿,Le gusta a usted galopar?
-Sí, señorita -contestó Rivas.
-Sígame entonces -repuso Leonor, volviendo su caballo hacia el sur.
Alberto Blest Gana, Martín Rivas)




"Rotten Row" es una corrupción de Route du Roi, o Camino del Rey, y es ahora una escuela de equitación. Los caballos son espléndidos y los hombres, especialmente los caballerizos, saben montar, pero las mujeres lo hacen muy tiesas, y además saltan, lo cual no se ajusta a nuestras normas. Me moría por mostrarles lo que es un galope americano realmente arrollador, pues ellas no hacían más que trotar del modo más solemne y aburrido del mundo, con sus trajes ajustados y sombreros de copa, que les daban el aspecto de las mujeres de un arca de Noé de juguete.
(Louisa M. Alcott, Las mujercitas se casan)




En aquel momento llegó junto a ellos el viejo cochero, que había estado aguardando cerca con su caballo; Fanny montó en el suyo y ambos partieron atravesando el parque en otra dirección... sin que en ella disminuyera su desazón al darse vuelta y ver a los otros dos, caminando juntos por la pendiente de la colina hacia el pueblo; ni le hicieron mucho bien los comentarios de su acompañante sobre las excelentes disposiciones de miss Crawford para amazona, cosa que el hombre había estado observando casi con tanto interés como ella misma.
––¡Da gusto ver a una mujer con tanto arrojo para montar! ––decía el buen hombre––. Jamás conocí a otra que se mantuviera tan bien a caballo. Parece que no tenga ni idea del miedo. 
(Jane Austen, Mansfield Park)



Al ver el coche, los jinetes apresuraron el andar de sus caballos. Delante, al lado de Veselovsky, iba Ana, que llevaba con paso tranquilo su caballo inglés, pequeño y fuerte, de crines y cola cortas. La hermosa cabeza de Ana, con los cabellos negros, que desbordaban del alto sombrero, sus hombros rectos, el talle fino, su actitud tranquila y graciosa, formaban una bonita estampa de amazona que, a la vez que la admiraron, llenaron a Dolly de sorpresa.
En el primer momento le pareció algo inconveniente que Ana montara a caballo. Daria Alejandrovna consideraba aquello como una coquetería que no iba bien con su situación. Pero, cuando la vio de cerca, rectificó aquel juicio. Era todo tan sencillo, tranquilo y digno en la figura y la actitud de Ana que nada podía resultar más natural.
(Leon Tolstoi, Ana Karenina)


Era, pues, en la última plataforma de la torre, bajo los pliegues de los colores nacionales, desplegados a la brisa del Firth of Clyde, donde la señorita Campbell gustaba de ir a soñar durante horas enteras. Allí se había dispuesto un bonito refugio aireado como un observatorio, donde podía leer, escribir, dormir, en cualquier época del año, al abrigo del viento, del sol y de la lluvia. Era allí donde tenían que ir a buscarla la mayoría de las veces. Si no la encontraban allí, era porque su fantasía la impulsaba a perderse en las florestas del jardín, ya sola, ya acompañada de la señora Bess, a menos que estuviera recorriendo a caballo los campos de los alrededores, seguida siempre por el no menos fiel Partridge, que tenía que espolear al suyo para no quedarse rezagado de su joven ama.
(Julio Verne, El rayo verde)

18 de junio de 2016

"La mejor manera de montar de lado, es la de las mujeres de este país".


El siguiente relato es parte de un libro de viajes, escrito por un Oficial de la marina mercante norteamericana, en el que -entre muchos otros lugares recorridos alrededor del mundo- relata su experiencia en las costas del Reino de Chile, en los albores del 1800, antes de que comenzaran los hechos que llevaron a nuestra independencia. Resulta muy interesante su visión de lo que conoció de nuestro país, obviamente en los puertos y ciudades mayores, tales como Talcahuano, Concepción, Valparaíso y Coquimbo. A nuestra capital no la visitó, y -curiosamente- cuando se refiere a ella la menciona como Saint Jago. Seguramente lo que, como angloparlante, pudo entender al escuchar Santiago. De la misma manera, habla de Coquimbo como puerto y como ciudad, y sólo como un comentario deja caer que, a veces, a la ciudad le llaman Serena. Más al norte de Coquimbo, por ese entonces, no existía lugar alguno digno de mención o visita por un mercante.
De las muchas cosas que habla (parte de las cuales también traduciré en una futura ocasión), me llamó la atención ésta, por tratarse de una costumbre casi perdida en nuestro país, pero que en otros lugares del mundo tiene fuertes cultoras y defensoras: la montura de lado o "a la amazona". Aunque para muchas mujeres actualmente es una muestra de discriminación, y prefieren montar a horcajadas, para otras es una muestra de fortaleza y destreza, pues resulta evidente que hay que ser realmente buen jinete para dominar el caballo, cabalgar y saltar obstáculos montada de esa forma.



 Veamos lo que dice al respecto:

"En equitación, esta gente supera a cualquier hombre que haya visto nunca. Sea que monten en un caballo adiestrado, o en uno que no lo esté, ellos cabalgan de la mejor manera, y muestran gran habilidad en el manejo de sus monturas. Ellos, como los mamelucos(*), adiestran a sus caballos para partir con asombrosa rapidez, y detenerse sorpresivamente. Yo les he visto correr a la mayor velocidad, hasta menos de un metro ochenta de la pared de una casa, y ahí detenerse bruscamente como si el animal hubiese caído muerto en el lugar. Algunas veces los he visto detener el caballo a galope tendido, extendiendo éste las patas delanteras y deslizándose unos tres metros y medio. Frecuentemente las patas traseras se recogen debajo del cuerpo, sentándose el caballo en su grupa, en la posición en que generalmente vemos a un perro.

Las damas son también aficionadas a este ejercicio, y la mayoría de ellas cabalgan extremadamente bien. La mejor manera de montar de lado, es la de las mujeres de este país. Su manera de montar a caballo es singular, y bastante sorprendente a los ojos de un extranjero. Al principio yo no pude comprender el cómo lo hacían. Pronto, sin embargo, tuve la oportunidad de recibir una lección, en una casa donde varias damas se reunieron con el propósito de entretenerse dando un paseo a caballo. Cuando trajeron los caballos y todo lo demás estuvo listo, ellas se prepararon para montar. Como hace todo buen marino, cuando hay una dama presente, yo ofrecí mi colaboración, se aceptó el ofrecimiento y una de ellas dijo "Ayúdeme a mí primero". "Oh, si" dije, con toda la galantería que poseo. Ella se acercó al costado de un caballo, sostenido por un sirviente, y poniéndose de frente a él, puso sus brazos sobre el arcen de la montura y, quedándose en esa postura, dijo "ayúdeme". Yo me quedé parado, sorprendido, no viendo ninguna parte de ella que la decencia me permitiera tomar para levantarla, y ayudarle a subir. El sirviente, al advertir mi confusión, dejó su puesto y tomó uno de sus tobillos en cada mano, ella dió un salto, y él la ayudó a subir usando toda su fuerza, hasta que estuvo a una altura suficiente para poder sentarse. Entonces ella se giró sobre sí misma, en el aire, ayudada por el hombre, quien, cruzando sus muñecas, la dejó sobre la silla con la mayor gracia y destreza. De esta manera, la primera de las damas fue ayudada a montar un caballo. Yo aproveché la lección, y pronto estuve listo para ayudar a una dama española a montar, con tanta gracia, yo supongo, como un antiguo caballero."

Es interesante este relato que él hace, por cuanto hasta hoy sobreviven dos formas de montar a la amazona, el estilo inglés y el estilo francés. En el inglés, que requiere mayor expertiz, la mujer apoya el pie izquierdo en las manos de quien le ayuda, y así se impulsa para subir, cruzando la pierna derecha entre su izquierda y el caballo, para engancharla en la horca de la montura. El estilo francés es más simple, la mujer apoya el pie derecho en las manos del ayudante, y se impulsa hacia arriba, para luego girar la cadera izquierda y sentarse en la silla, acomodándose luego en las horcas.


 Ante estos dos estilos, no es de extrañar que al autor del libro, norteamericano, lo desconcertara una mujer que no le ofrecía ninguno de los dos pies para que la ayudara a montar, sino la espalda.


(*) Mamelucos: Legendarios guerreros esclavos de origen turco o eslavo, que por varios siglos tuvieron gran importancia en Medio Oriente, y que -en la época del escritor- fueron incluídos en el ejército francés, formando un escuadrón de caballería adscrito a la Guardia Imperial.

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