1 de septiembre de 2008

Ni lo uno ni lo otro...

Sino todo lo contrario...
(como dicen que dijo cierto Capitán General)


Según ciertos habitantes de Toconao,
la famosa quebrada no es de Jere,
ni -por cierto- de Jerez,
sino lisa y llanamente
de Jeria...


Aparte de lo del nombre,
lo que puede o no ser cierto,
me declaro baqueano del lugar,
con amplio conocimiento de cada rincón,
de cada vuelta y de cada cueva
de la quebrada.


Algunos años ha,
(tantos son ya?)
tuve la ocasión de recorrerla de punta a cabo,
y de cabo a rabo.


Conocí las cuevas (o lo que de ellas quedaba)
en que residieron hace un par de siglos
los atacameños,
conocí dónde se ocultaban en el día las lechuzas,
y las grietas en que dormían
los muchos murciélagos que pueblan
las frías noches de Toconao,
seguí los senderos que recorrían
los múltiples ratones cordilleranos,
y llené mis oídos con la música
de multicolores pajarillos...


Recuerdo aún dónde se daban los mejores membrillos,
los mas ricos damascos,
y las mejores peras de pascua...
probablemente no estén en el mismo lugar,
o tal vez si... ¿quién sabe?


En todo caso, esta quebrada esconde muchas cosas,
dignas de conocerse.
Un poco más ariba, y hacia la derecha, está la cantera
de donde se extraen los bloques de blanca piedra
con que se construyen las casas de ese poblado,
y también algunas de San Pedro (las de quienes pueden pagarlas,
claro, pues son patrimonio del pueblo).


Y hacia abajo del puente,
rodeada por los huertos familiares,
y siguiendo un camino serpenteante
que parte desde un añoso callejón,
sorprende encontrar una profunda hondonada
en la que se amontonan gigantescos bloques de piedra,
apilados como juguetes olvidados,
por algún pequeño dios atacameño.


Estas grandes rocas forman grutas, cuevas,
oscuros y húmedos rincones,
por los que escurren las aguas de la quebrada,
en pequeñas cascadas,
o simples arroyuelos
de frías aguas...
A las orillas de este barranco,
se encaraman,
como cerriles cabras,
algún damasco, una parra,
y hasta una generosa higuera,
que dan albergue a ruidosos,
vocingleros y alados vecinos...


No sé si hoy por hoy,
este rincón secreto permanezca,
o si cobrarán también entrada,
pero afirmo que,
si así lo fuera,
valdría la pena el gasto
de unas cuantas monedas.


Sólo lamento que, por ese entonces,
no tuviera la fiel cámara que hoy tengo,
para registrar tantas imágenes dignas de preservarse,
en algo menos frágil
que esta memoria...

Aquí dejo algunas, que no son sino una pobre muestra
de lo hermoso del lugar.

En el extremo superior de la quebrada, bastante más arriba del lugar a que llegan los visitantes.

La cantera, con sus endebles y artesanales escalas de madera.

La quebrada vista desde uno de sus costadas, casi oculta a la vista.


Bajo un bloque de piedra, y a la entrada de una sobrecogedora cueva

3 comentarios:

Anónimo dijo...

no digo yo,siempre hay un hermano mio que sabe de todo que honor. hasta hace 2 años todavia habia ricos menbrillos y ricas tunas.

saludos a Rodrigo ynfamilia


KENA

Anónimo dijo...

un poco moderna la foto el Rodriguito esta super pequeño,ahora ESTA DE TU PORTE JAJAJA

kena

Jenofonte dijo...

Buen aporte, Rodrigo, suena lógico lo del nombre que das para la quebrada, pero ahora y por todas partes aparece el nuevo nombre, seguramente en virtud de un Decreto Municipal, que para eso están los Decretos.

La palabra virtud la usé con mala intención, por supuesto, ya que es sabido que las Municipalidades tienen varitas mágicas, como las de las madrinas de la Bella Durmiente, capaces de cambiar los los nombres de calles y lugares, como los colores del vestido, facil y arbitrariamente.

De todos modos, el lugar todavía tiene su belleza y está accesible, tal vez debieras hacer una incursión rápida, porque así como marchan las cosas, cualquier día la minería puede cambiar, magicamente también, la Quebrada de Jeria en Quebrada Seca. Puesto que ni el más soñador de los Alquimistas de la Edad Media pensó que sus modernos colegas podrían transmutar, el agua de una fertil y hermosa quebrada o el impetuoso vapor de un geyser, en cobre.