una dulce sonrisa se dibujó
en sus labios llenos,
bajó la mirada y uniendo
sus manos en infantil gesto,
me dijo con suave voz:
¿Deme el corazón?
Me tomó por sorpresa, obvio,
no me esperaba tal petición.
Miré a los ojos que me espiaban
tras las largas pestañas,
y algo en mí se derritió.
Era tan tierna, tan dulce su mirada,
esperaba mi respuesta con tal emoción,
que decidí decirle que sí,
que se lo daba, que lo tomara,
pero -justo en ese instante-
creí ver un brillo pícaro
en el fondo de sus ojos,
y en sus labios un ligero
temblor acusador,
y entonces cambié de idea,
y le dije: "no".
Y aunque me dio pena ver reflejada
en su lindo rostro la decepción,
agregué aparentando firmeza:
"No, no puedo darte sólo el corazón,
la sandía debe repartirse por igual
para todos".
.
Me tomó por sorpresa, obvio,
no me esperaba tal petición.
Miré a los ojos que me espiaban
tras las largas pestañas,
y algo en mí se derritió.
Era tan tierna, tan dulce su mirada,
esperaba mi respuesta con tal emoción,
que decidí decirle que sí,
que se lo daba, que lo tomara,
pero -justo en ese instante-
creí ver un brillo pícaro
en el fondo de sus ojos,
y en sus labios un ligero
temblor acusador,
y entonces cambié de idea,
y le dije: "no".
Y aunque me dio pena ver reflejada
en su lindo rostro la decepción,
agregué aparentando firmeza:
"No, no puedo darte sólo el corazón,
la sandía debe repartirse por igual
para todos".
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