(No era ésta, por cierto, pero juro que podría haber sido su hermana...)
Era una mujer estupenda, de proporciones estatuarias.
Alta, hermosa.
Y negra, por añadidura (eso no importa, pero ¿cómo no mencionarlo?).
Llevaba con gracia (y facilidad) un carro de supermercado casi lleno.
A su lado iba un niño, de unos 4 años.
Un paso más atrás, su pareja.
Un hombre de unos 40, algo grueso (no era bajo, pero junto a ella lo parece).
Por su aspecto, probablemente alguien que trabaja en una minera.
Un ingeniero, un supervisor, alguien así.
Ella -de pronto- enfila el carro hacia el sector donde se exhibe la ropa.
-venden de un todo en ese supermercado-.
El hombre (¿su marido?) le dice, cortante:
¿Dónde vas? ¡No vas a ponerte a mirar ropa!
Ella se detiene, lo mira por sobre el hombro, gira empujando el carro, como si fuese a tomar otro rumbo, pero queda de frente a él. Lo mira nuevamente, a la cara, y le lanza el carro con fuerza, de modo que él, sorprendido, se ve obligado a detenerlo para que no lo golpee.
Ella, tranquilamente y sin decir palabra, se va a ver ropa, como si no hubiera en el mundo otra cosa más importante que hacer.
-.-
Creo que -hasta entonces- el muy torpe no se había dado cuenta de que su mujer no era chilena...
.
3 comentarios:
al leerlo es imposible no imaginárselo tal cual!
jeje
Bueeena, así me gusta, las mujeres de hoy y aunque no sean negras ( me gustan mucho con la piel bien oscura... )perdón...
Como decía, nuestras mujeres no se dejan avasallar y si quieren ver trapos, allá ellas. Total a nosotros los hombres nos gusta mirar otras cosas.
Aquí los sufridos closets ya se revientan con tanta cosa adentro y que no son mías...
Un antiguo manual de navegación dice lo siguiente:
La peor situación en la que se puede encontrar un velero es quedar frente a la costa con el viento soplando desde el mar.
Solución: Nunca permita que su barco quede en tal situación.
Eso es lo que yo hago...
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