Había una vez un circo que alegraba siempre el corazón...
Tuve que ir con Vicente al circo. Según Felipe que ya era el momento en el niño viviera esa experiencia peak de la primera vez que......... Águilas Humanas, naturalmente. Gasté un dineral. El niño paga, tiene más de tres años..."Mira Vicente, un elefantito enano", "No, Ceci, es un perro disfrazado de elefante". Luego, un incesante desfile de equilibristas, señoras agarradas del pelo, trapecistas... Unos payasos un tanto groseros, de palabra y de sobajeos..."Ya pues, Ceci, a qué hora salen los leones..." Treinta y cinco minutos y la paciencia se le acabó al crío. Interrogamos al vendedor de fotitos envasadas (ya no hay vendedores de maní). "No señora, los leones están en receso, pero los puede ver si gusta... sí, ahí en el carromato". Encaramar al Vicente para que viera los leones (su animal favorito). Si hubieran estado más limpios habrían parecido de loza. Pestañearon menos que un peluche. ¡Qué desilusión!
"No quiero venir nunca más al circo, Ceci. No me gustan los leones en jaula. Mejor vamos a ver los cocodrilos"
Moraleja, llevar a la criatura al parque a ver los yacarés, las tortugas y los peces de colores es más sano y más rentable. Ahí el Vicente se entretiene por horas y disfruta a concho..
Sin embargo, tuve que decir adiós al pretexto perfecto (tengo que llevar a mi nieto) para ir a todos los circos que quisiera y más de una vez si fuese posible. Para recordar esa maravillosa UNA vez al año en que con ojos brillantes nos encaramábamos en las bamboleantes galerías de las Águilas Humanas de nuestra lejana infancia...
2 comentarios:
Yo no he podido ir al circo.
Lo digo con pena, porque realmente me gustaría ir ¿pero sólo?. Traté de convencer a Felipe de ir, pero no me resultó, cero interés. Trapecistas y payasos no le llaman la atención, los animales sí, pero los grupos de "protección animal" no los dejan actuar. ¿Un circo sin leones, tigres y monos?, no me vengan con cuentos...
Recuerdo que vino el "Holiday on ice", fuimos con la Ruby, traían unos tigres preciosos, compré las entradas, me puse a la fila, llegando a la entrada, un aviso: "Los tigres no actuarán", la presión de un grupo de mocosos ignorantes había bastado. El espectáculo era bueno, realmente lo disfruté, pero quedé con una herida en mi alma de niño, presa todavía en este cuerpo de viejo.
¿Serían realmente las cosas como las recordamos? porque me parece que para nosotros el ir al circo era como una ceremonia, con un ritual largamente esperado y con una esmerada preparación, no era un llegar e ir, como me da la impresión que se hacen las cosas ahora.
La expectación, el ingreso,la subida a la tembleque galería (¡mira papá, hay gente en los palcos!, sí hijo, pero desde aquí se ve mejor, ¡tiene que haber sido verdad!), el señor Corales, el desfile de la entrada de los artistas, la música ¡ah, la música! eso si que no se olvida jamás.
El próximo año iré al circo, como sea. No me importa si hay o no animales, trapecistas o payasos fomes, iré, exclusivamente, por sentarme en la galería.
Rodrigo dijo...
¿Cómo olvidar esas "bamboleantes galerías"?
Le tenía tanto susto a esas tablas, que una vez que me sentaba, me agarraba con las dos manos al borde, y veía toda la función con las manos apretadas a la tabla... Soltarse para comer algo era uno de los mayores riesgos existentes, para mí.
Cómo nos corroía la envidia, alguno años después, cuando veíamos con Rodolfo a los "palomillas" deslizarse hacia abajo por los palos de la galería, y luego trepar de vuelta con simiesca agilidad, mientras nosotros debíamos estar bien sentados y "quietecitos"...
Es triste pensar en un circo donde las fieras son de adorno... las imágenes del domador Karl Marek (¿así se llamaba, no?) enfrentándose a los leones, valían la pena la espera, el susto, la incomodidad y los retos de la mamá...
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