12 de junio de 2012

La curiosidad mató al gato...



Caía la noche, una noche fría como son nuestras noches.
Recién salido del casino, donde había ido a cenar después del trabajo, tomé el largo camino hacia el patio catorce. El catorce es el último patio del campamento, el más apartado de todos, y en él se encuentran nuestras habitaciones. Para llegar allí, hay que recorrer una senda larga y angosta, que se abre camino por un sitio desolado, con apenas algunos edificios bajos alrededor, y mal iluminada por unos cuantos faroles.

Terminaba ya la senda, casi al llegar al patio 10 -el más cercano- cuando de una pequeña curva surgieron tres mujeres, que la ocupaban por completo. Al cruzarnos, las saludé con el buenas noches de fórmula, que contestaron no sin mirarme. A la escasa luz, alcancé a notar que la más pequeña tenía el rostro arrugado de quien lleva años de sol. La siguiente era de estatura media, y nada tenía que la hiciera destacar. La tercera, por el contrario, se hacía notar por su tamaño (era grande por el lado que se le mirara), y por su pelo desordenado teñido de un rojo anaranjado, un color tan fuerte que se hacía visible aún en esa penumbra.

Seguí mi camino, mas no había dado ni dos pasos, cuando escuché nítidamente una voz que decía: "ese señor que acaba de pasar...". Volteé entonces la mirada por sobre el hombro, y alcancé a notar que la que hablaba era la más grande, algo inclinada hacia las demás. Mis pies se habían detenido, esperando escuchar el resto de la frase, pero el viento, mismo que me había traído tan fácilmente sus palabras, el maldito viento, cambió su sentido y se llevó con él las que restaban.

Ví entonces que lo que yo no había oído había sido suficiente para que ellas voltearan hacia mí sus miradas, que en aquella falta de luz no me permitían adivinar nada. Y seguí mi interrumpido camino, con la cabeza baja, pensando, pensando en cuál sería el perdido final de esa oración.

Eran camareras, eso lo supe enseguida por su uniforme. Pero no de mi patio, que a ésas las conozco. No sólo no las conocía, sino que además nunca antes las había visto. Debían necesariamente haber llegado hace poco tiempo. Y eso empeoraba las cosas. Las empeoraba, porque ¿qué podía aquella mujer saber de mí, que valiera la pena de ser contado? ¿que valiera la pena mirar por el hombro para verme mejor?

Y minutos después, ya en mi habitación, aún pensaba, trataba deimaginar qué podría alguien decir de mí, y no lo conseguía. Y no lo conseguí tampoco al día siguiente, ni los venideros.

Desde entonces trato de olvidar lo sucedido. Trato de imaginar que nunca ocurrió. Porque -¿cómo no?- la duda me mata, me corroe el alma cada vez que lo recuerdo.

Así, intento ahora no regresar solo por las noches al campamento, busco alguna compañía. Porque cuando no la consigo, cuando recorro solo y en la penumbra esa larga senda, no puedo evitar -cada tanto- mirar por sobre el hombro, no puedo evitar el aguzar el oído, intentando descifrar los sonidos que me traen las ráfagas de viento, con la fútil esperanza de que -alguna vez- éstas me traigan de regreso las palabras que en aquella ocasión me arrebataron, con la vana esperanza de llegar a conocer el final de esa maldita frase...


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6 comentarios:

tito dijo...

eso se llama ser algo intruso, casi sin luz ver la piel arrugada por el sol, el tono anaranjado del pelo y lo que dijo la mujer era: ese señor que acaba de pasar... nos miró a todas

CeciliaCastillo dijo...

Me parece que lo espantoso, insoportable, e injusto es que la chica haya dicho "Ese señor"...
Diferente hubiese sido "Ese mino", "Ese hombre", "Ese que va ahí"...
Pero "Ese señor" me parece que no...todo mal..cero posibilidades...
Si me hubiese pasado a mi, también me habría corroído el alma...

Reca dijo...

De todos modos se podría rescatar lo de "Ese señor...", conociendo el lenguaje en uso "Ese..." podría haber sido algo más "popular".
Está muy bueno el relato, me parece que antes a eso se le llamaba "quedarse con la bala pasada"...

Sí, ¿cuántas veces puede un hombre volver su cabeza
fingiendo que simplemente no ve?
La respuesta, mi amigo, está soplando en el viento,
la respuesta está soplando en el viento.


Bob Dylan.

Rudolf Kastell dijo...

mmm ta facil la cosa, por supuesto, al decir "ese señor" no hay duda de que el comentario mas probable -lo se por experiencia con ese tipo de mujeres- fue: "ese señor que acaba de pasar, que es caballero ah? no como tal o cual otro..."
no creo equivocarme.

Rudolf Kastell dijo...

facil, lo mas probable es que haya dicho: "ese señor que va ahi, que es caballero ah?... "
seguro! no creo equivocarme, distinto hubiera sido si usaran un epiteto mas popular o vulgar.

tito dijo...

yo hubiera quedado contento con lo de ese señor, ya que habitualmente se utiliza otro lenguaje, muy chileno, con muchas w, podría suponer que eran personas educadas como se lee solo en los cuentos...