Estamos acostumbrados a encontrar en los supermercados dos versiones de un mismo producto, la normal y la light o diet, para satisfacer los diferentes gustos o necesidades del consumidor.
Entiendo que el concepto "light" se aplica a otros productos también y se habla, por ejemplo, de literatura light, esa que es más livianita y por eso requiere de menos esfuerzo mental para digerirla y, como los alimentos, deja poco residuo.
Pero he leído con asombro la noticia que apareció hace unos días, que Umberto Eco publicó una nueva versión de su novela "El nombre de la rosa" en sus palabras "con la intención de agilizar algunos pasajes y refrescar el lenguaje", es decir, una edición baja en calorías literarias e indigestas grasas idiomáticas.
Las opiniones, entre los escritores, están divididas entre los que justifican a Eco aduciendo que el autor es dueño de su obra y quienes encuentran que no corresponde, ni siquiera al autor, modificar una obra que ya forma parte del acervo cultural.
Yo creo que "El nombre de la rosa" no es un libro que se pueda leer de una pasada, pero ¿por qué todo tiene que ser fácil?, el problema actual es ese, que todo tiene que rápido y fácil, lo mejor es lo que requiere menos esfuerzo. Pero a mi parecer la lectura, aunque constituya un placer, también tiene que hacernos pensar, despertar nuestra curiosidad.
Hay quienes comparan esta nueva versión con las adaptaciones para niños o jóvenes, de obras literarias que se consideran largas y pesadas. Pero Eco no ha escrito una adaptación para niños, su nueva obra está destinada claramente al público adulto que necesita que les aligeren los textos para poder leerlos, es decir que rebaja su libro para que esté al alcance de un público que no tiene intenciones de subir para alcanzarlo.
Estoy seguro que a nadie le gusta tener que consultar el diccionario dos o tres veces por cada página, pero que los escritores tengan que limitarse a cien o doscientos vocablos para que los lectores no tengan dificultades, me parece muy triste.
Estoy seguro que la "poda" que hizo Eco de su libro no es tan exagerada, ni mucho menos, pero creo que si una persona encuentra una palabra que no comprende, lo lógico es que busque el significado, no que le pasee por encima sin comprenderla ni dejar el libro por "difícil". Ahora si decide dejarlo, déjelo y lea otro, pero no debiera esperar que de un libro existan dos versiones, una original y otra light...
24 de agosto de 2011
19 de agosto de 2011
Urologías
La hora fatal finalmente había llegado. Ese ser siniestro llamado Urólogo, dicen me espera esta mañana en su lugar de tortura. Temprano partí rumbo a mi destino pensando como sería esa experiencia que tantas veces escuché contar a los amigos en son de chunga donde los chistes al respecto del examen a la próstata se repiten hasta el cansancio.
Una vez en el lugar y hechos los trámites de rigor, papeleos y demases me dicen que me llamarán en el Box 3.
Jorge Patricio Acuña !!!
Espetó de voz en cuello una fornida enfermera.
Pase al Box 3 !!!
Y sonó como carcelera de la penitenciaría.
...Ufa! llegó la hora me dije, mientras recogía el libro que me acompañaba y nerviosamente intentaba meter en la mochila los audífonos.
Adelante !!!
Siéntese!!!
Una voz gruesa, de un hombrón fornido me indica el asiento y procede con la rutina de preguntas y respuestas, mientras curioso le observo las manos, sin dejar de mirar el corro de jóvenes con delantal que lo rodean como polluelos...
Siii !!! la suerte me acompaña ya que justo hoy los alumnos vienen aprender del maestro.
Será que todos ellos me van a hurguetear ???
son cinco alumnos y el doctor !!!
No puede ser !!!
Por favor, bájese los pantalones y los calzoncillos.
Me subo a la camilla y procedo a ponerme en la posición requerida, la que dejaré a la imaginación de mis lectores.
Relaje !!! relájelo !!!
Estoy entregado...
Y el urólogo procede con profesionalismo y maestría.
Cuando termina me da una palmada en el hombro como diciendo... sería todo. Y doy un suspiro de alivio.
Aaah !!! pero la tortura no había finalizado. Nooo !!! un alumno debería repetir el procedimiento y
adivinen... le toca a la única mujer del grupo realizarlo.
Y ahí quedo yo tendido en esa posición tan poco digna, con mis partes pudendas al aire y reducidas a la mínima expresión. Será problema de la situación o del frio ?
Recorre con suavidad y cierto temor las criadillas terminando finalmente con la exploración allí en lo profundo.
Por fin !!!
Apresurado me visto y me siento a escuchar el diagnóstico:
"Las paredes están lisas y no se aprecian nódulos"
Uf! menos mal, una buena noticia por lo menos...
Pero, el urólogo a pesar de ello y para descartar cualquier anomalía, me manda hacer nuevos exámenes de orina, una ecotomografía vesicoprostática y me da una orden para realizar una biopsia a la próstata.
Así que esta novela aún no termina, sigue o continuará...
12 de agosto de 2011
Un año en el altiplano
Ya se había dicho, el frío invierno...
Bueno, para mantener la continuidad voy a contar que leí un libro llamado Un anno sull'Altipiano, de Emilio Lussu.
Cuando se menciona la Primera Guerra Mundial y la lucha en las trincheras, inmediatamente se asume que se trata de las trincheras en Francia, franceses e ingleses luchando contra los alemanes, y aparece el libro de Erich Maria Remarque, Sin novedad en el frente occidental.
Pero también hubo guerra de trincheras en el noreste de Italia, donde se enfrentaban italianos y austrohúngaros en una forma no menos estúpida y con jefes no menos incapaces y criminales.
Emilio Lussu, político y escritor sardo, narra en su libro lo vivido en esa guerra, estuvo toda la guerra allí, pero de ese tiempo tomó solo un año porque con uno bastaba para describir sus experiencias. La película Uomini contro (1970) con Gian Maria Volonté, se basa en este libro. El libro y la película son mejores que la famosa Sin novedad...
Como muestra, he aquí un par de párrafos, el libro es bastante amargo, está escrito en un tono francamente irónico, y para que decir que me gustó mucho:
El duque de Aosta, nuestro Comandante de Ejército, tenía escasa capacidad militar pero una gran pasión literaria. Él y su Jefe de Estado Mayor se complementaban. Uno escribía los discursos y el otro los pronunciaba. El duque los aprendía de memoria y los recitaba con oratoria de romano antiguo, con una dicción impecable. Las grandes ceremonias, por lo demás frecuentes, eran preparadas expresamente para estas demostraciones oratorias. Desgraciadamente, el Jefe de Estado Mayor no era escritor. De modo qué, a pesar de todo, el ejército sentía más estima por la capacidad de memoria del general para recitar los discursos, que por el talento de su Jefe de Estado Mayor para escribirlos. Pero aparte de eso, era bastante impopular.
. . . .
Por la tarde, el alcalde ofreció a los oficiales un brindis y un discurso. Dijo con voz temblorosa:
--Es un gran honor para mi, etc. etc. En esta guerra gloriosa en que el pueblo italiano combate bajo el comando genial y heroico de Su Majestad el rey...
A la palabra rey, y de acuerdo con la ordenanza, nos pusimos en posición de firmes con un gran y simultáneo estrépito de tacos y espuelas. En la sala municipal, el súbito fragor de aquel saludo militar retumbó como el disparo de un arma de fuego. El alcalde, civil profano, no imaginó que su modesta mención al soberano podría provocar una manifestación tan ruidosa de lealtad constitucional. Era un hombre distinguido y, puesto sobreaviso, no habría dejado de apreciar en su justa medida una actitud patriótica de tal magnitud. Pero así, de improviso, se asustó y dio un ligero salto que le agregó algunos centímetros a su estatura. Se puso pálido. Miró vacilante al grupo de inmóviles oficiales y esperó. Las hojas con el discurso escrito habían caído de sus manos y yacían, como culpables, a sus pies.
. . . .
Pasó un carro, más grande que los otros. Sobre dos colchones de paja se acomodaban una anciana, una joven madre y dos niños. Un viejo campesino, sentado adelante con las piernas colgando, guiaba los bueyes. Detuvo los bueyes y le pidió a un soldado tabaco para la pipa.
« ¡Fuma, abuelo! » le gritó el cabo que marchaba a la cabeza, y, sin detenerse le puso en las manos todo su tabaco.
Los soldados lo imitaron. El viejo, con las manos llenas de paquetes y cigarros, miraba, sorprendido, su tan inesperada riqueza. La columna continuaba la marcha, en silencio. Como si se hubiese dado una orden, los soldados que seguían lanzaban sobre el carro su tabaco. El viejo dijo: « ¿Y ustedes, que fumarán, muchachos? »
La pregunta rompió el silencio, Por toda respuesta, uno entonó una alegre cancioncita del repertorio de marcha, y la columna lo siguió en coro.
Emilio Lussu, Un anno sull'Altipiano.
Bueno, para mantener la continuidad voy a contar que leí un libro llamado Un anno sull'Altipiano, de Emilio Lussu.
Cuando se menciona la Primera Guerra Mundial y la lucha en las trincheras, inmediatamente se asume que se trata de las trincheras en Francia, franceses e ingleses luchando contra los alemanes, y aparece el libro de Erich Maria Remarque, Sin novedad en el frente occidental.
Pero también hubo guerra de trincheras en el noreste de Italia, donde se enfrentaban italianos y austrohúngaros en una forma no menos estúpida y con jefes no menos incapaces y criminales.
Emilio Lussu, político y escritor sardo, narra en su libro lo vivido en esa guerra, estuvo toda la guerra allí, pero de ese tiempo tomó solo un año porque con uno bastaba para describir sus experiencias. La película Uomini contro (1970) con Gian Maria Volonté, se basa en este libro. El libro y la película son mejores que la famosa Sin novedad...
Como muestra, he aquí un par de párrafos, el libro es bastante amargo, está escrito en un tono francamente irónico, y para que decir que me gustó mucho:
El duque de Aosta, nuestro Comandante de Ejército, tenía escasa capacidad militar pero una gran pasión literaria. Él y su Jefe de Estado Mayor se complementaban. Uno escribía los discursos y el otro los pronunciaba. El duque los aprendía de memoria y los recitaba con oratoria de romano antiguo, con una dicción impecable. Las grandes ceremonias, por lo demás frecuentes, eran preparadas expresamente para estas demostraciones oratorias. Desgraciadamente, el Jefe de Estado Mayor no era escritor. De modo qué, a pesar de todo, el ejército sentía más estima por la capacidad de memoria del general para recitar los discursos, que por el talento de su Jefe de Estado Mayor para escribirlos. Pero aparte de eso, era bastante impopular.
. . . .
Por la tarde, el alcalde ofreció a los oficiales un brindis y un discurso. Dijo con voz temblorosa:
--Es un gran honor para mi, etc. etc. En esta guerra gloriosa en que el pueblo italiano combate bajo el comando genial y heroico de Su Majestad el rey...
A la palabra rey, y de acuerdo con la ordenanza, nos pusimos en posición de firmes con un gran y simultáneo estrépito de tacos y espuelas. En la sala municipal, el súbito fragor de aquel saludo militar retumbó como el disparo de un arma de fuego. El alcalde, civil profano, no imaginó que su modesta mención al soberano podría provocar una manifestación tan ruidosa de lealtad constitucional. Era un hombre distinguido y, puesto sobreaviso, no habría dejado de apreciar en su justa medida una actitud patriótica de tal magnitud. Pero así, de improviso, se asustó y dio un ligero salto que le agregó algunos centímetros a su estatura. Se puso pálido. Miró vacilante al grupo de inmóviles oficiales y esperó. Las hojas con el discurso escrito habían caído de sus manos y yacían, como culpables, a sus pies.
. . . .
Pasó un carro, más grande que los otros. Sobre dos colchones de paja se acomodaban una anciana, una joven madre y dos niños. Un viejo campesino, sentado adelante con las piernas colgando, guiaba los bueyes. Detuvo los bueyes y le pidió a un soldado tabaco para la pipa.
« ¡Fuma, abuelo! » le gritó el cabo que marchaba a la cabeza, y, sin detenerse le puso en las manos todo su tabaco.
Los soldados lo imitaron. El viejo, con las manos llenas de paquetes y cigarros, miraba, sorprendido, su tan inesperada riqueza. La columna continuaba la marcha, en silencio. Como si se hubiese dado una orden, los soldados que seguían lanzaban sobre el carro su tabaco. El viejo dijo: « ¿Y ustedes, que fumarán, muchachos? »
La pregunta rompió el silencio, Por toda respuesta, uno entonó una alegre cancioncita del repertorio de marcha, y la columna lo siguió en coro.
Emilio Lussu, Un anno sull'Altipiano.
2 de agosto de 2011
Diferencias televisivo-culturales
Hace unos días, en el trabajo, se cortó la luz por horas.
Sobrevino entonces un periodo de ocio absoluto, ya que en la actualidad, si no hay electricidad, es muy poco lo que se puede hacer, toda la información está digitalizada.
Y entonces, aparecieron los ociosos por nuestra oficina, y comenzaron a hablar de cosas importantes y profundas como "la roja", o ese clásico televisivo que es el programa del Kike (del que gracias a Dios no conozco ni el nombre). Y alguien tuvo la peregrina idea de preguntarme a mí sobre ese tal "checopete".
Obvio, le respondí que no suelo ver programas nacionales en la tv.
- ¿Y entonces qué ve? ¿el canal chino??
- Precisamente, respondí, ése es uno de los canales que veo.
- Ah, claaaro, ahora me va a decir que sabe chino.
- Pues no, dije, no sé chino, pero no necesito saberlo para ver ese canal. ¿Lo has visto alguna vez? Los espectáculos que se muestran ahí son verdaderos espectáculos, y hasta un sordo puede entender lo que está viendo, no hay necesidad de saber chino.
Por cierto, nadie estuvo de acuerdo conmigo.
Pero yo sé de lo que hablo. ¿Acaso alguien necesita un traductor para entender esto?
Sobrevino entonces un periodo de ocio absoluto, ya que en la actualidad, si no hay electricidad, es muy poco lo que se puede hacer, toda la información está digitalizada.
Y entonces, aparecieron los ociosos por nuestra oficina, y comenzaron a hablar de cosas importantes y profundas como "la roja", o ese clásico televisivo que es el programa del Kike (del que gracias a Dios no conozco ni el nombre). Y alguien tuvo la peregrina idea de preguntarme a mí sobre ese tal "checopete".
Obvio, le respondí que no suelo ver programas nacionales en la tv.
- ¿Y entonces qué ve? ¿el canal chino??
- Precisamente, respondí, ése es uno de los canales que veo.
- Ah, claaaro, ahora me va a decir que sabe chino.
- Pues no, dije, no sé chino, pero no necesito saberlo para ver ese canal. ¿Lo has visto alguna vez? Los espectáculos que se muestran ahí son verdaderos espectáculos, y hasta un sordo puede entender lo que está viendo, no hay necesidad de saber chino.
Por cierto, nadie estuvo de acuerdo conmigo.
Pero yo sé de lo que hablo. ¿Acaso alguien necesita un traductor para entender esto?
(Se puede encontrar en youtube bajo el nombre de Thousand hands)
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