[Nota: este es un muy antiguo cuento persa, traducido por mí del ruso. No esperen que sea igual al original. Ah, la moraleja sí es mía, of course.]
Un comerciante rico a menudo salía de su casa, dejando sola a su joven esposa. Y para que ella no se aburriera, le compró un par de loros parlantes.
Antes de irse le indicó a su esposa que los cuidara bien, y pidió a los loros que cuidaran a su esposa.
Pero la esposa pronto conoció a un hombre joven e interesante.
Un día estaba a punto de salir de la casa y el loro le preguntó adónde iba.
"Voy a tener una cita con mi amante", respondió ella.
“No estás actuando bien”, dijo el loro, “cuando tu esposo regrese, ¡le contaré todo!
La mujer se enojó y le arrancó la cabeza al loro. Pero luego sintió vergüenza y le dijo a la lora:
“Oh, amiga mía, si te unes a mí, te compraré un compañero mucho mejor que éste.”
“Te entiendo muy bien”, dijo la lora hembra, “acepto”.
“Te permitiré que te vayas, pero después te arrepentirás, como el rey de Yemen que mató a su halcón.”
”¿Como pasó eso?” preguntó la joven, y la lora comenzó a contarle su historia.
Y sucedió que le contó 10 cuentos, uno tras otro, y la mujer se quedó escuchándola, olvidando la visita a su amado.
Cuando la lora terminó el último cuento, el comerciante regresó y así se salvó el honor de la familia.
Moraleja: “La curiosidad mató al gato, pero la indiscreción mató al loro.”
Antes de irse le indicó a su esposa que los cuidara bien, y pidió a los loros que cuidaran a su esposa.
Pero la esposa pronto conoció a un hombre joven e interesante.
Un día estaba a punto de salir de la casa y el loro le preguntó adónde iba.
"Voy a tener una cita con mi amante", respondió ella.
“No estás actuando bien”, dijo el loro, “cuando tu esposo regrese, ¡le contaré todo!
La mujer se enojó y le arrancó la cabeza al loro. Pero luego sintió vergüenza y le dijo a la lora:
“Oh, amiga mía, si te unes a mí, te compraré un compañero mucho mejor que éste.”
“Te entiendo muy bien”, dijo la lora hembra, “acepto”.
“Te permitiré que te vayas, pero después te arrepentirás, como el rey de Yemen que mató a su halcón.”
”¿Como pasó eso?” preguntó la joven, y la lora comenzó a contarle su historia.
Y sucedió que le contó 10 cuentos, uno tras otro, y la mujer se quedó escuchándola, olvidando la visita a su amado.
Cuando la lora terminó el último cuento, el comerciante regresó y así se salvó el honor de la familia.
Moraleja: “La curiosidad mató al gato, pero la indiscreción mató al loro.”